Xavier Ayala Robles
Para escribir esta crítica leí íntegramente la novela insigne de Demetrio Aguilera Malta, Don Goyo. Habiendo disfrutado con anterioridad otra de sus novelas, Siete lunas y siete serpientes, sabía que difícilmente el desaparecido escritor guayaquileño me iba a defraudar y no lo hizo. No obstante, el propósito que me compete aquí no es el de realizar un estudio de la obra literaria de Aguilera Malta, sino el de comentar la película Don Goyo de Jorge Flores Velasco. Creo firmemente que es inútil comparar una película basada en una novela con la novela misma, inútil porque se trata de dos productos artísticos diferentes. Ninguna novela puede ser mejor que una película ni viceversa, así como ninguna fotografía de una bandeja de frutas puede ser mejor que un bodegón de Paul Cézanne.
Hay todo un estudio previo en la realización de esta producción cinematográfica, sobre todo en su guión. En su ensayo Cronotopos en trance: La mirada descolonizadora de la novela Don Goyo llevada al cine, Jorge Flores asevera que: “El cine decolonial debe pensar las relaciones específicas que hay en el espacio-tiempo poscolonial, trabaja sobre las realidades que están presentes en los países excolonizados. En esta metodología, el habla permite que emerjan en la superficie del texto discursos diversos sobre el mundo y sus relaciones de poder”. En ese sentido, el director ecuatoriano mantiene la esencia de la novela de Aguilera Malta en relación al realismo social tan característico del Grupo Guayaquil de quien formaba parte el escritor, integrante de los “cinco como un puño”.
En la película se hace una crítica al abuso de poder de los capataces y hacendados hacia la clase obrera donde las deudas se mantenían de generación en generación y sin opción a reclamo alguno. En la novela es la tala del manglar el motivo de subsistencia de los cholos y el medio de explotación de los llamados “blancos”, en el film no se hace mención al manglar, pero sí a la explotación de caña de azúcar. Si alguien pretende ver esta película con la intención de evadir la lectura de la novela se equivoca rotundamente. Si decide hacerlo se encontrará con que Cusumbo, en la película, es una mujer, contrario a la novela que es un hombre. La versión femenina acepta el lastre de las deudas perpetuas igualando a su par masculino de la novela. En mi criterio fue acertado darle el protagonismo a una mujer. En la novela los hombres se llevan todo el show, pero en la película, definitivamente, son las mujeres.
Otro de los aciertos de la producción es la elección de la locación. La naturaleza en pleno éxtasis, con tomas aéreas panorámicas, que seguramente quedarán en la memoria del espectador. El factor clima, lejanía y cuidados especiales, por tratarse de un área tan bien conservada, fueron algunos de los inconvenientes que se presentaron durante el rodaje. Pero todo valió la pena: “Esto es mejor de lo que habíamos imaginado” dijo uno de los actores secundarios en el preestreno de la película en MZ 14 el 30 de mayo de 2024. Para esta presentación los invitados de honor fueron los integrantes del equipo de producción, así como los del elenco actoral. No obstante, cabe mencionar que la película se estrenó en el Festival de Cine Ibero Latinoamericano de Trieste-Italia en el 2023. Este festival seleccionó a la producción nacional de entre más de 1100 películas, muchas de ellas de una alta calidad y presupuesto.
El aspecto lúgubre y misterioso del bosque ecuatoriano que da nacimiento al mito de don Goyo está presente en la fotografía de Dominique Pazmiño Ríos. Los efectos de sonido, el vaivén de los árboles, las pisadas en la hojarasca, los ecos de la selva virgen crean tal efecto en el espectador que parece que, en cualquier momento, uno aparecerá allí junto a Cusumbo o a don Goyo en plena trama cinematográfica. Por todo ello creo que la esencia de la novela del integrante del Grupo Guayaquil está presente. “Es un thriller montuvio”; así lo define su director y me parece correcto. El suspense a lo criollo está activo en todo el largometraje. Existen tres referencias directas de la novela en la obra de Flores: Cusumbo, la naturaleza y don Goyo. Me hubiera encantado que la cinta se centre más en don Goyo y no en Cusumbo. El abordaje de este personaje místico es quizá uno de los personajes mejor logrados en la obra de Aguilera Malta y en la literatura ecuatoriana en general.
El guión a cargo de Magaly Ramos y de Jorge Flores se basa en la primera parte de la novela; sin embargo, los diálogos prolijos del autor que imitan al habla montuvia no tienen la misma fuerza en el film. Se extrañó el: ¡Mardita sea!, ¿lej habrá pasao argo?, ¡ta güeno! O el extraordinario diálogo de Cusumbo y la Gertru referente a la muerte de don Goyo:
—Sí, Gertru, ¡era er hombre máj bueno quei conocío!
—¡De verdá!
—Y too porque queriamo picar máj mangle.
—Puee ser… ¡Pero me ejtá dando pena!…
La larga puesta en escena en la entonación de los pasillos es algo que tal vez no debió tener tanto protagonismo, sumado al grano o ruido de la exposición en algunos tramos de la película; sin embargo, aquello no le quita calidad en el balance general. Cabe destacar que esta producción fue realizada en el contexto del COVID-19, tremendo desafío para Flores y compañía. Me pregunto cómo hubiera sido la película sin esa cruz. En cuanto a la actuación, el Oscar se lo lleva Jenifer Carabalí en la versión de una Cusumbo femenina y, pese a estar pocos minutos en escena, Carlos Chiriboga en su papel de don Goyo. Aquella aparición me recuerda a Judi Dench en su encarnación de Isabel I de Inglaterra en la película Shakespeare in Love de 1998, a quien le dieron el Oscar pese a mostrarse menos de diez minutos en el largometraje, pero su interpretación fue impecable.
No veo nada de malo que en el film las malas sean las mujeres. El abusador hacendado ya no es un hombre sino una mujer. Quien cobra venganza por la infidelidad no es un hombre sino una chica. La violencia del padre alcoholizado de Cusumbo, quien mata a su madre a punta de golpes, se mantiene. Hubiera sido inverosímil que hayan trastocado esta cuestión, por lo que le doy un like al director en ese sentido. En definitiva, creo que es una película digna de ver, es hermosa en su escenografía, la naturaleza es una protagonista más, y uno hasta llegaría a creer que el mito de don Goyo sigue siendo real. Pienso que la película tiene un final acertado. En resumen: ¡Ej una película fantájtica y ej ecuatojiana!
Referencias
Aguilera Malta, Demetrio. (1993). Don Goyo. España: Cenit.
Flores, Jorge. (2021). «Cronotopos en trance: la mirada descolonizadora de la novela Don Goyo llevada al cine» en Formas del tiempo, Olga López (ed). Guayaquil: UArtes Ediciones.