Juan Arroyo

Paris, lunes 22 de noviembre del 2021

 

– Acabo de llegar. ¿Dónde estás?

– Busca la línea J.

– Estoy en la entrada de línea J.

– Perfecto, paso a buscarte.

Son las 8h50 de la mañana, Reynaldo y yo estamos en la estación Saint-Lazare, prestos a tomar la linea J que nos llevará a Argenteuil. En la sala Erik Satie del Conservatorio de la ciudad, cuna del movimiento pictórico impresionista, el ensamble tendrá su primer ensayo para el proyecto Interlight. También será mi primer ensayo como director musical y aunque trato de esconderlo, una cierta ansiedad me invade pues cada uno de los músicos que dirigiré esta mañana son de un nivel envidiable, todos egresados del Conservatorio Nacional Superior de Música de París, con una especialización en música contemporánea y con una carrera solista apabullante. Pauline, Elodie, Marie, Constance y Sylvain ya están en el Conservatorio y tratan de hacer funcionar la máquina de café situada en la sala de recepción. Todos llevamos máscaras y guardamos cierta distancia según las normas sanitarias en vigencia. Hace mucho que no los veía y al encontrarme con ellos, a pesar del pedazo de tela que cubre nuestros rostros, logro intuir sus sonrisas y la expresión feliz de sus mejillas reafirmadas por sus radiantes miradas. Es verdad, ¿hace cuánto tiempo que no tenemos un proyecto musical juntos? La última vez fue hace mas de un año, durante nuestra gira en España y Portugal, un mes antes del confinamiento. Lo pasamos tan, pero tan bien.

Vaya que no ha sido fácil para nadie sobrevivir en estos últimos tiempos. En cuestión de semanas, muchos músicos, actores, videastas, performers, técnicos del espectáculo, etc, cuyas agendas desbordaban de fechas ocupadas por conciertos, estrenos, espectáculos, exposiciones, viajes, experiencias intensas y enriquecedoras, se vieron de la noche a la mañana en una encrucijada atroz, la de replantear sus carreras, sus vocaciones, sus sueños para poder continuar pagando la renta. Cuánta desesperación, cuánta impotencia y cuánta tristeza nos ha traído esta maldita plaga.

Reynaldo prepara los atriles para el ensayo, poniéndolos en media luna, y luego se sienta detrás mío, a mi derecha, tomando una de las partituras de Death of Light/ Light of Death. Es importante que el compositor aprendiz se impregne de un mar de obras para construir su propio camino o al menos para nutrir su cultura musical.

La escritura de esta pieza, para oboe, arpa, violín, viola y violonchelo, se inspira en la obra más célebre de Matthias Grünewald : La Crucifixión de Cristo del Retablo de Issenheim que se encuentra en el Museo Unterlinden de Colmar. En el panel central de aquella obra representativa del gótico tardío alemán están retratados: María Madre de Dios sostenida por Juan el apóstol, María Magdalena al pie de la Cruz, Cristo crucificado, Juan Bautista y el cordero, simbolizando el sacrificio de Cristo. Cada movimiento de la obra está relacionado con uno de los personajes citados y probablemente el conjunto instrumental haya sido escogido en función de ellos también.

Los músicos no tardan en tomar sus puestos, desenfundar y afinar sus instrumentos. Mientras todo esto sucede, mi mente es invadida por el recuerdo.