Soy una tonta por quererte: La expansión del universo de Camila Sosa

Por Kathya Carvajal

Soy una tonta por quererte, es mi segundo acercamiento a la literatura de Camila Sosa Villada. El año pasado me adentré en Las Malas, obra que hasta el día de hoy rememora ese sentimiento de melancolía que generan las risas y pesares de las hijas de la tía Encarna. Los acontecimientos que experimentan los personajes de Camila exaltan su obra en general. Seres que abrigan en sus pechos genuinidad, de la que prescinden cuando necesitan defenderse, y mostrar con fuerza sus realidades, que casi siempre, este mundo prefiere no ver. Una imperfección que surge cuando la estructura social en que viven les impide ocupar un espacio para construirse a sí mismos, e intentan trascender de manera destructiva. No solo se trata de sus carencias, sino también de sus fracasos, así tenemos una visión más amplia y objetiva de cómo son, y el porqué de sus acciones. Cada uno tiene su historia, son únicos, reverberan sus personalidades, de forma en que dejan una estela en sus lectores. De la misma forma, ―imposible no mencionar― el estilo que maneja. La prosa poética de Sosa juega con cada uno de los elementos que existen alrededor de esta naturaleza ficcional. Las Malas y su reciente colección de cuentos, destacan que Sosa escribe como piensa. Da saltos entre realidad, reflexión y fantasía. Esto permite que los escritos cobren una sensación de dinamismo. La historia avanza junto al lector, creando una relación filial entre ambos. En los puntos significativos de las historias, somos lanzados abruptamente hacia ambientes realistas, pero a pesar de estos escenarios crudos, Camila reitera que no todo deja tener chiribitas de felicidad.

Su último libro está conformado por nueve cuentos. Nueve vidas, y en esta ocasión me centraré en dos que captaron mi atención, de forma singular, durante mi primera lectura. Este mundo, inicia con Gracias, Difunta Correa. El texto tiene una conexión subterránea con Las malas, por ello es preciso mencionar la importancia que la Difunta Correa tiene sobre la novela. Las malas acuden a ella con fervor, mediante rezos o rituales, para pedir por su comunidad, por cada una de ellas y los seres que aman. En el espectro de la cultura argentina, la afición que este personaje concibe en las personas es equivalente a lo que Narcisa de Jesús o la Virgen del Cisne suscitan en los ecuatorianos, a diferencia que la entidad argentina no pertenece al catolicismo, se trata de una creencia de la cultura popular del país. La Difunta Correa representa un fenómeno religioso con mayor libertad. Es la convivencia de seres humanos junto con una entidad que también califica como persona, se siente cercana, y, por lo tanto, cobra mayor fuerza ante formaciones dogmáticas que están ausentes cuando se trata de orar por la vida de alguien fuera de las normas cisheterosexuales.

El cuento narra el nacimiento del mito. Expone la imagen de Deolinda Correa De Bustos, una mujer que falleció en medio de los desiertos de San Juan. Lo peculiar del suceso es que llevaba consigo a su pequeño hijo en brazos, quien logró sobrevivir tras mantenerse prendido de su pecho. Un culto a la maternidad, que se rememora mediante la fe de una madre, Doña Grace, y un padre, Don Sosa, ―como se intuye, son los padres de la autora, o sus similares― que tienen en esta mujer. Acuden a ella para pedir por el bienestar de la vida de su hija, quien nos narra esta memoria con el estilo de un diario personal, algo característico del cuerpo literario de Sosa. Su escritura es intimista, habla del sentir humano, lo que tiene una implicación filosófica y que, pese a ello, su obra no requiere especializarse en el tema. Son narraciones con mucha fuerza, con mucho dolor, ¿qué más habría que añadir? Camila se opone a cualquier tipo de censura ética o moral, para ser leal a sí misma. Lo manifiesta en Gracias, Difunta Correa, un agradecimiento hacia quienes se preocuparon por ella. Gracias a este apoyo físico o emocional, fue que logró escapar de la pesadilla que implica vivir una juventud travesti bajo los ojos de una sociedad ortodoxa argentina.

Por otra parte, es monumental la culminación que Camila dota a esta creencia, al mito de la Difunta Correa, que durante muchos años ha estado divagando por una respuesta, y Sosa lo revela en las dos últimas líneas del cuento. En mi opinión, este es uno de los momentos más emotivos de todo el libro.

El cuarto relato lleva el nombre del libro. Se trata de una narración atravesada por la cultura pop, construida paulatinamente en sesenta páginas, es casi una nouvelle breve. Camila Sosa se apodera de la imagen biográfica de Billie Holiday para introducirla en un ambiente de travestismo en Nueva York, durante la década de los cincuenta. Mediante la influencia musical y una previa investigación sobre su vida, Sosa produce un acercamiento entre sus personajes, su imaginación, y una de sus artistas preferidas. La sensación que provoca es equivalente a ser testigo de un testimonio contado por alguien muy cercano a Billie. Devela los secretos de la cantante, que, si bien, son de conocimiento público, en el texto se revelan como un secreto al oído, una complicidad entre los lectores y las andanzas de Holiday junto a sus amigas, Ava y María, dos travestis que fungen como esteticistas ―así se denominan ellas― en un salón de belleza ubicado en Harlem, al norte de Manhattan. El clima junto al desenlace es desgarrador y cálido al mismo tiempo; un final inminente, pese a ser previsible, que se siente puro. Es notorio el cariño que Camila Sosa siente por Billie Holiday.

Casi hacia el final del relato se incluye a manera de pie de página el siguiente comentario: «Nota de la autora: Se recomienda ahora escuchar Lady in Satin, de principio a fin, en un cuarto, a solas»[1]. La musicalidad aparece de forma explícita y se fusiona con la prosa atrapante y sincera de la cuentista. Este record de jazz produce un ambiente audiovisual, que nos sitúa junto a Holiday, medio siglo hacia atrás, para ensimismarnos en el dolor de cada personaje. Un despliegue melódico que se apodera con facilidad por nuestros sentidos. Esta experiencia es similar a lo que aprecié en Este es el mar, de Mariana Enriquez. Aunque el objetivo de cada obra es totalmente diferente, lo común es tener como personajes centrales a dos cantantes ―él de Enriquez es ficticio―, quienes se desnudan mediante una mirada microscópica, y desde el inicio se vaticina cuál será el rumbo de sus vidas.  Confluyen en el tributo que ambas escritoras realizan hacia un género musical que les apasiona, ―nos guían con sus sugerencias musicales―, y, de igual forma, pintan una imagen sobre la melancolía que se esconde alrededor de estos grandes artistas; la repercusión de la fama como un mundo de fantasía y muerte.

Estos cuentos proporcionan una expansión territorial de los personajes, ya no solo están situados en Argentina, también se deslizan hacia México ―durante la inquisición―, Estados Unidos, y otros lugares que no se especifican, por lo que podría ser cualquier lugar del mundo. Pero también podemos hablar de una ampliación de su corriente literaria. Los seis primeros cuentos son íntimos y el ambiente que recrean es realista. Mientras que los tres últimos, pueden encajar en la categoría del gótico latinoamericano escrito por mujeres, desde la perspectiva travesti o transexual. Canes que mutan como monstruos, gritos que provienen del interior de la tierra, la rusticidad de la flora y fauna en medio de un mundo distópico, pueblos mágicos y sacrificios humanos. Los personajes se apoderan de estos elementos y actúan con beligerancia, una fuerza mediante la que ―en algunas ocasiones― llegan a perder su integridad psicológica. No afirmo que Sosa busque alinearse a este canon literario en el futuro, o mucho menos, haber escrito deliberadamente con este enfoque, pero se debe tener presente cómo se apropia de temas que quedan al margen y los inserta en la realidad cotidiana latinoamericana. Revelaciones mediante el terror que emerge de la represión social ejercida a la ambigüedad identitaria que tanto incomoda, esto da como resultado el surgimiento de deseos violentos que llevan todo a su límite, y la única justificación es el misticismo de sus orígenes.

Sosa Villada no busca vulnerar a sus lectores, ni generar conciencia respecto a los distintos tipos de acciones racializadas, sexualizadas y mordaces, ejercidas sobre sus personajes. No es su responsabilidad. Ella juega con la realidad que ha experimentado para adentrarse en estos espacios ficticios, que a pesar de contener vestigios sobre lo que día a día sucede en diversas partes de Argentina, América Latina y el planeta entero, es una desintegración social que no se detendrá, ni mediante lo literario o el ruido de campañas mediáticas. El cambio surge afuera, donde las personas de carne y hueso se estremecen de dolor. Cada lector es responsable de cómo utilizar el poder que esta antología queer fantástica contiene. Para mí, Sosa emite una lección sobre el verdadero significado de escribir. Esa simplicidad inherente en sus letras no despoja a sus cuentos de honestidad y creatividad. Una estrategia narrativa o simple intuición que resulta completamente extraordinaria, hasta el punto de influenciar en mi experiencia de escritura. Crear relatos con un lenguaje lleno de imágenes vivas y apasionantes, para vivir en ellas. Una relación tan genuina entre el escritor y su texto, donde Camila demuestra que potenciar una imaginación con lealtad hacia los universos del interior es una forma de celebrar las experiencias de la vida, obligándome a escribir historias solo para mí.

Tqm, Camila

 

 

 

 

 

Bibliografía:

Sosa Villada, Camila. Soy una tonta por quererte. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tusquets Editores, 2022.

 

[1] Camila Sosa Villada, Soy una tonta por quererte, (Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tusquets Editores, 2022), 55.

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