Definir la maternidad se ha convertido en un tema que se presta para generar especulaciones y posturas acerca de cómo son las maternidades: impuestas, depresivas, estereotipadas, idealizadas, abnegadas… Estas son las ideas que suelen constituir la definición de una mala o buena madre, sumado al poder que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres y su decisión por practicar o no una maternidad. Lo interno, lo privado, lo íntimo… se convierten en ejercicios políticos al momento de decidir, hablar y manifestar una autoridad sobre el cuerpo mismo.

Hace diez años decidí convertirme en madre y hace siete me plantee hacer un documental sobre la maternidad. Estaba cansada de ver películas como Malas Madres, Qué esperar cuando estás esperando, Bridget Jones’s Baby, Nueve meses, entre otras, en las que se retrata a las madres como las locas e histéricas, mujeres que no pueden tener un parto sin ser unas desquiciadas o neuróticas que tienen que lidiar con el mundo y ser las sirvientas, las putas y las doncellas o, peor aún, las mujeres abnegadas que entregan sus vidas a sus “querubines” y se pierden en los gajes del oficio normalizado de la violencia del sistema. Esas mujeres que veía en la pantalla, con guiones escritos y dirigidos por hombres, no me representaban, no reflejaban mi sentir, al contrario, acentuaban la culpa por no ser la madre perfecta o por sentirme mal por esos días en los que quiero renunciar a la maternidad y abrir la puerta para salir corriendo e irme de vacaciones sin ticket de regreso.

Documental M

El documental como metáfora del parto

El viaje hacia la maternidad podría compararse con la gestación, ese viaje a la maternidad en el que están implícitas la negación, la crisis y la satisfacción de haber emprendido y aprendido un proceso. Con la realización del cortometraje documental M, logré evidenciar una necesidad que existe, la de hablar de manera frontal sobre el mundo materno, un mundo que inmiscuye a todas las mujeres y las presiones que impone una sociedad que constantemente pide explicaciones sobre los cuerpos de los otros y las decisiones.

Decidí empezar M con una encuesta para tratar de entender cómo nos veíamos en temas generales y de alguna manera derribar mis propios supuestos sobre lo que yo asumía de la maternidad. Salirse del centro y dar pie a otras voces, empezar a escucharnos es de alguna manera la ruta. ¿Cómo hablar de un tema que nos atraviesa sin mirarnos el ombligo? ¿Cómo crear relatos íntimos en una producción cinematográfica? ¿Dónde me paro yo? ¿Cómo se desarrolla la mirada de una cineasta? ¿Cineasta con conflictos sobre su maternidad? Es de vital importancia dar paso a temas del cotidiano y que comúnmente son asumidos de menor importancia, empezar a dar voz y visibilizar lo que estamos sintiendo como madres y como mujeres dentro de una sociedad que pide ciertos resultados. El documental como el proceso, la gestación, la espera y el detenimiento para escuchar, observar, aprender y reconocerse en el otro.

Abordar el punto de vista de mujeres que son madres y otras que no; es necesario contraponer o evidenciar diferentes formas de mirar y sentir en relación con este tema. Jugar con la fragmentación del cuerpo de las mujeres que estuvieron en la entrevista, entrelazar sus historias y que al final se fecundizan en la creación de un producto del doctor Frankenstein para jugar con la idea de la homogeneidad entre los cuerpos, pero con la heterogeneidad de los relatos. Hablar sobre la maternidad o la no maternidad y cómo se ejerce la una o la otra en una sociedad que está juzgando constantemente si eres “buena» o «mala” madre y mujer.

Todos tienen una opinión y es difícil, en el proceso de la maternidad, la posibilidad de encontrar silencio para escuchar la voz propia y asumir este reto sin darle cabida al qué dirán. Con esto se plantea un documental en el que las voces de las mujeres sean las que nos acompañen y vayan narrando desde sus experiencias cómo ha sido para ellas entender este proceso. El silencio también permite un espacio de discernimiento y encuentro con lo profundo del ser.

Las etapas

Con la idea de lanzarse al vacío

y lanzarse con la posibilidad de salvación 

haciendo la película día a día.

Ignacio Agüero

La idea de realizar un documental sobre la maternidad estuvo en mí desde que  me convertí en madre. Las herramientas para lograrlo se fueron dando en el camino. Como educadora de lactancia y doula escuchaba historias y veía a mujeres con la necesidad de hablar sobre sus procesos maternos, los miedos, las frustraciones, la depresión y la alegría que son parte de ese universo. M llevó un tiempo largo en gestarse, se fue creando poco a poco. Construir un documental polifónico no estaba entre los planes, el cortometraje se tuvo que adaptar a la pandemia que atravesó el Ecuador y el mundo, la idea era hacer un recorrido por el universo materno, habitando los espacios donde frecuentan las tribus de madres, los grupos de apoyo, el yoga, sus casas, pero al final M logró capturar la esencia de lo que quería desde el inicio, y eso era poder hablar de la maternidad con testimonios reales y potentes para dar cuenta de las presiones a las que las mujeres estamos siendo sometidas.

La primera aproximación fue la escritura de un cortometraje animado sobre el parto que, aunque suene ilógico, es uno de los tabúes más grandes que existen durante el embarazo: no saber a lo que una se enfrenta y estar saturada de información. Este es un proyecto que actualmente se encuentra en preproducción. Fue así que M aterrizó, y la preproducción comprendió un proceso de casi seis meses, donde se planteó el tema principal que luego fue mutando y generando un aspecto más abierto y complejo sobre qué es la maternidad. Luego del desarrollo de algunas versiones de guiones “imaginarios”, M se decantó por recoger testimonios de 33 mujeres que quisieran compartir sus vivencias. A la par, el trabajo recogió lecturas de textos y visualización de documentales de entrevistas o relacionadas con el tema.

Rodaje:

Estuvo divido en dos partes: la primera, se basa en el trabajo conversacional con las mujeres que llenaron la encuesta y aceptaron acompañarnos en este proceso para responder la pregunta: “¿Qué es la maternidad?”. Me pregunté mucho sobre el espacio donde se realizarían las entrevistas y llegué a la conclusión de que este nos tenía que contener como un útero, donde las mujeres pudieran conversar y sentirse en confianza, un lugar seguro. Se decidió realizar esta primera etapa en un teatro, un espacio monocromático, donde imperaba el color negro y los aparatajes del cine fuesen evidentes para no tener la preocupación sobre “qué escondo y qué no”, al dejar las luces, la cámara, el micrófono a la vista como algo natural, las mujeres lo sintieron como parte del momento.

La segunda parte se basa en el rodaje de tomas que evoquen las sensaciones que se han expresado durante las conversaciones y traducirlas en metáforas que van desde la fluidez hasta la soledad. La fluidez va a estar representada por el agua, el movimiento de las olas. Existe una conexión especial entre el agua y la creación de la vida. Nuestros cuerpos están constituidos por agua y en el saco amniótico estamos contenidos por esta materia durante nueve meses. Es necesario crear texturas visuales que se asemejen a los cuerpos en el mapeo, las estrías de la arena o los huecos que los michugos dejan en la playa. Las tomas en la naturaleza me generan un interés por las texturas, hablar de las espinas, el verdor, el resplandor en una atmósfera solitaria como la de la finca en la que se grabaron, develando las etapas o un proceso de la vida de las mujeres, la conexión que se tiene originalmente con la naturaleza, perderse en el cerebro primario para de esa forma conectarse con lo esencial. Estas imágenes se desarrollan desde la primera idea, juntando los testimonios con un ambiente exterior, en el que se pueda evidenciar a la maternidad o no maternidad como algo natural, sin juzgar, solo estar, como ocurre en la naturaleza. Al final, estos espacios nos dan la posibilidad del silencio y de la pregunta que queda entre nosotros como espectadores.

Posproducción:

La primera parte de la posproducción comprende el montaje del cortometraje documental. Inicia con el visionado y la transcripción de las entrevistas para poder identificar y organizar los temas abordados por las mujeres con las que se conversó. A partir de eso, se empezó el trabajo en conjunto con el montajista. Se partió desde una escaleta para luego ir puliendo. El tiempo estimado fue de tres meses en el que las piezas se fueron acomodando. La mayor dificultad fue decidir cuáles serían los temas de mayor resonancia, seleccionarlos y tomar la decisión de dejar de lado fragmentos y momentos que me resultaron importantes en un inicio y que, finalmente, no terminaron siendo parte del cortometraje. Luego, había que encontrar un orden en el que los testimonios tuvieran un inicio, una evolución y un fin. Una vez finalizado el montaje, la posproducción de color y sonido se realizó al mismo tiempo para juntarlo en la mezcla y en el máster final.

Con el colorista se trabajó una propuesta de color con un corte avanzado, pero no final, para poder discutir las texturas de la imagen. La propuesta fue generar texturas y granulado en los planos de la naturaleza, los mapeos de cuerpo y el mar, dando brillo/glow a la piel de las mujeres entrevistadas.

Los cuerpos y el retrato en M

En M se buscó retratar los cuerpos de las mujeres entrevistadas para dejar asentada una postura sobre la no idealización del modelo corporal. El cuerpo asumido por las mujeres-madres-no/madres presupone cierta rebeldía en la actualidad. Rebelarse contra los códigos establecidos del cuerpo perfecto para poner en evidencia el cuerpo real, el que muta, el que se transforma por el paso del tiempo o las necesidades biológicas que demanda la maternidad. Se jugó así con los estándares de belleza socialmente asumidos, donde lo íntimo también se vuelve político.

Aquí no se trata nada más de usar la palabra trillada del empoderamiento, sino de que los cuerpos que se retratan estén alejados del terreno superficial y del canon. Es ahí que el cuerpo se convierte en un discurso político. Es importante volver la mirada y dar visibilidad al otro cuerpo, al cuerpo que realmente habita y rodea nuestros espacios.

Diario de rodaje de M

Atravesar la crisis

La soledad es un sinónimo de la maternidad en la posmodernidad. “Se nos dice que tenemos que ser supermamás, pero en el posparto nunca se llega a todo, aún menos si cuidamos en soledad o si tenemos que alternar el cuidado del bebé con otras tareas domésticas o laborales[1]”. Soy la madre, la hija, la nieta, la amiga, la esposa, la acuariana, la ascendente y la descendente, hoy por primera vez sentí que veía la luz, una luz real y no las imaginarias que pretendo que pasan para darme palmaditas de tranquilidad.

La violencia que nos acompaña es parte natural de nuestras vidas, es un secreto a voces. Las mujeres somos tan educadas y por lo general no nos atrevemos a señalar o mirar lo que hace daño:

Ojalá te duela para que no lo vuelvas a hacer / no llores, eso no duele / no grites, asustas a la camilla de al lado / para qué quieres sufrir, ponte las drogas que para eso son / no puedes tener parto vaginal / no te puedes quedar sin vagina / no puedes estar acompañada / no puedes / no / no comas / rasúrate / baja de peso / sube de peso / ¿qué le pasa a tu peso? / se te cayeron las tetas / ay, estás fea / y esa celulitis / tú no eras así, ¿qué te ha pasado? / estás como vieja  / ¿por qué no tienes hijos?, ¿no te da pena? / ¿quién te va a cuidar cuando seas vieja? / ¿quién que no seas tú? / ten otro hijo / deberías tener otro hijo / piensa en el futuro / no hay futuro

 

Difusión

No estábamos preparadas,

el salto al vacío fue inesperado,

de nuestros cuerpos colgó todo:

la piel, la culpa, el amor.    

La tierra habló y nos sacudió

y fue así que aprendimos a mutar.

Después de la proyección de M, surgieron preguntas sobre cuál sería el camino del cortometraje después de este primer visionado. Hay algo que tengo claro y es que M tiene dos caminos: la ruta de festivales y/o abrirlo a espacios donde se pueda generar un debate acerca de la maternidad. Como directora, me resuena más la segunda opción porque muchos festivales no llegan a estos espacios que son también de mi interés al momento de interpelar las maternidades.

Para mí, la maternidad es un tema poco tratado en la cinematografía ecuatoriana, no hay muchos documentales que lo aborden de manera frontal y donde se exponga con sinceridad lo que muchas mujeres están viviendo y sintiendo. No estaba lista, creo que nunca se está. Sabía que para esta primera proyección era muy importante que las invitadas principales sean las mujeres que participaron en el corto documental, me interesaba saber qué pensaban y sentían después de verlo, así que la difusión fue enfocada a ellas, pero invité también a personas que me han acompañado durante este proceso. La proyección se realizó por medio de la plataforma Zoom, con casi cuarenta participantes. Aún no logro recoger y procesar todos los insumos que me dio esta experiencia, pero generó en mí una sensación de alivio y liviandad al ver y sentir el cariño de los asistentes y las sensaciones y reflexiones que provocó el corto.

Uno de mis temores era que la gente se aburriese, ya que estamos acostumbrados a ver películas o documentales en los que pasa mucho delante de nuestros ojos (acción-reacción), y M está más bien pensado para la detención de la palabra, los gestos y la presencia.

Durante mucho tiempo me sentí perdida, es un sentimiento que se ha vuelto recurrente desde que soy madre: caminar sin saber hacia dónde me conduce el camino. Ese miedo suele carcomerme por dentro y se intensifica cada año, aun así, siento necesario perderme para encontrarme, como un círculo vicioso que se convierte en mi rutina. La maternidad es tan extensa que me he perdido, he tenido que alejarme y regresar quinientas veces para saber sobre qué necesito hablar o qué necesito entender de ella.

Con M logré escuchar historias de mujeres con las que pude identificarme, suspirar, crecer, aceptar y renunciar a una perfección que nunca me interesó (ni podría alcanzar). Creo que como mujeres estamos listas para hablar de las cosas que nos pasan y escucharnos sin juzgarnos. Ahora sabemos algo: si le pasa a una, nos pasa a todas. Y podemos respirar. Somos malas madres hasta que se demuestre lo contrario, y así es mejor.

[1] Esther Vivas, Mamá desobediente, p. 40.

 

*M acaba de entrar a la  XVIII Muestra Internacional de Mujeres en el Cine y la Televisión