Por Juan Arroyo

Paris, miércoles 24 de noviembre del 2021

 

La angustia no tiene horario de trabajo y mis ojos se despiertan como si nunca se hubiesen cerrado. Me esperan 12 horas y media de dictar clase y estoy mas tenso que una cuerda de guitarra. Meses de trabajo, de organización, el cachet de los músicos, el alquiler de la sala, la comunicación, la adquisición de las partituras, el encargo de la nueva obra, los ensayos, el material comprado, el billete de Fernando, las invitaciones, el dossier de financiamiento, etc. Todo se puede ir al carajo si ninguno de los violonchelistas contactados me devuelve la llamada.

– Hola, Juan, vi que me llamaste, ¿te puedo devolver la llamada?

– ¡Bendita seas!

– ¿Porqué? ¿Qué pasa?

Ella es violonchelista y su nombre es Myrtille Hetzel, la conocí cuando éramos estudiantes en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París. Ella conoce el mundo de la música y particularmente el de la contemporánea como la palma de su mano. Desde niña, mientras perfeccionaba su técnica instrumental en distintos conservatorios de Paris y alrededores, formaba también un carácter a prueba de balas y un temple amante de la libertad. En todos estos años, Myrtille, la amiga pecosita, de cabellos castaños cortos y voz grave, se ha ganado a pulso el reconocimiento de sus pares como una excelente música, comprometida con el arte de nuestro tiempo e independiente, si, sobre todo eso, Myrtille no se casa con nadie. Grosso modo, necesitábamos una campeona de la lectura a primera vista, con alto rendimiento en música contemporánea, super flexible y por ende Habemus violonchelistam.

Paris, viernes 26 de noviembre del 2021

 

A veces la palabra “ensayar” se vuelve un gran eufemismo en nuestra profesión. ¿Cómo puedo explicarles? Habíamos tomamos en cuenta dos factores: el presupuesto no escaso pero limitado del ensamble y un programa de obras bastante exigente. Teníamos previsto tres ensayos y un ensayo general para montar la hora y media de concierto. Pues no, al cabo de cuatro horas de ensayo, el único que tenemos, por las cosas de la vida, Myrtille la campeona de la lectura a primera vista y todo el ensamble hemos montado todo, repito, todo el programa de concierto de mañana, de cabo a rabo. Habrá que buscar otro tipo de palabra para este tipo de hazaña.

Al final de la tarde, lamentablemente, habiendo tenido que dictar clase de composición en el Conservatorio de Chatenay-Malabry me he perdido el concierto de Maya y Fernando. Para mi consuelo, mientras volvía a casa, en la linea 4 del metro, les  pude escuchar gracias a la difusión en directo que se hizo por internet.

Esta noche ha reposar pues mañana es el gran día. Como dice el proverbio: El arte del descanso es una parte del arte de trabajar.

Paris, sábado 27 de noviembre del 2021

 

El concierto nos salió tan bien y, en honor a la verdad, lo disfrutamos tanto que lo festejamos toda la noche, sin tregua, con premeditación y alevosía.

Paris, domingo 28 de noviembre del 2021

 

Como cinco electrochoques que tratan de devolverme la vida, suena el despertador cinco veces y con cada una de las timbradas incisivas e insistentes me digo que la siguiente será sin duda la buena. Pero en el fondo sé que no es cierto, solo estoy haciendo tiempo para continuar en mi estado semiconsciente con la cara fundida contra la almohada y el cuerpo estrellado contra la cama.

Ayer la alegría estaba por doquier, las cervezas, las botellas y las copas iban y venían, los platos desfilaban furtivamente y el bullicio ensordecedor de la polifonía de risas y conversaciones elocuentes y extrovertidas decoraban la terraza de la cervecería Louis Philippe con el permiso del pase sanitario correspondiente, por si acaso. De fiesta andábamos, y entre el bullicio extático alguien le preguntaba a Mariangela por su vestido, Fernando, sentado a mi lado no dejaba de brindar, ”¡Salut con todos amigos!” “¡Vive la France!” “¡Lo hemos logrado!” “¡Otra chela!”, José Carlos Campos, en un rincón de la mesa sacaba todas las bromas de su repertorio animando a los familiares de Maya, Vincent, sentándose frente a mí todavía no podía creer que habíamos salvado el concierto de la anulación “¡El ensamble invita!” “Otra botella de vino, por favor!” “!Bravo, muchachos!”. Una mesa llena de compositores, entre los cuales pude ver a Didier Rotella y Elisabeth Angot, asociaban análisis musical y celebración mientras que en la mesa contigua a la mía, Pauline, Elodie, Myrtille y Sylvain brindaban de felicidad.

A pesar del cansancio y el dolor de cabeza tomo una ducha, me visto y parto de prisa hacia la casa de Lionel quién será esta tarde el anfitrión de la inauguración de la asociación Sonomundo. Aún noqueado por el desenfreno de la noche previa, ingreso a su domicilio,  subo las escaleras y cuando pensaba que las fiestas se habían terminado me veo en medio de una que va a nacer pronto. Lisa esta al teléfono guiando el bufete compuesto de causas, ceviches y tiraditos, mientras Fiona da un poco de orden a la distribución de las sillas en el salón. Fernando y Maya llegan unos minutos después y sin tardar empiezan a ensayar. Junto con Lionel y Lisa, hemos subido unas cuantas bancas almacenadas en su sótano. Los invitados empiezan a llegar y a llenar la sala, es un día soleado, vinos y Champagne están a la espera del brindis de honor.

Me arreglo el terno y preparo el discurso, todo va a salir bien. ¡Solo denme un paracetamol, por favor!

Paris, jueves 10 de diciembre del 2021

 

«La delicadeza de la obra en ensayo se hace patente aquí de inmediato, de la mano de Juan Arroyo, imaginativo compositor al que descubrimos esta noche también director, claro y expresivo: esa finura construye la obra, y la escucha gana en contemplación»

Muchas gracias S. Onimo y a la revista Hémisphère Son por este hermoso artículo, pero en realidad  el mérito es de todo el equipo. Mil gracias Maya, Pauline, Elodie, Myrtille, Constance, Sylvain, Fernando, Vincent y Reynaldo.