Por Juan Arroyo

 

Esta vez, ya no me encuentro delante del ordenador, con la partitura abierta delante mío, con Fernando conectado virtualmente a 10.258,61 kilómetros de distancia y guiando mi desarrollo en el arte de la dirección, sino, delante de los músicos, en carne y hueso, siguiendo al detalle cada uno de mis gestos y descifrando cada compas de la obra.

Con un movimiento intenso, amplio y decidido, doy inicio a la lectura del primer movimiento: I. Cristo en la Cruz. Estoy muy emocionado. La música comienza con un multifónico de oboe, forte, que Sylvain realiza perfectamente, tal cual me lo imaginaba. Nada mal para comenzar el ensayo. Veo la sorpresa en la mirada de mis músicos viéndome realizar este trabajo como si lo hubiese realizado desde siempre. Luego de la viola, hago ingresar al violonchelo y guío la saturación de su sonido fusionándolo con el grito del oboe. Marie me sigue atentamente, siento, en el aura de la sala la energía de mis músicos. Estamos conectados.

Al cabo de dos compases, aquel multifónico, un sonido gutural muy complejo, liberado por Sylvain reverbera como una resonancia en la escritura crispada de las cuerdas, hasta su agotamiento, en el silencio tenso pero absoluto de su fin. A pesar de querer pararlo todo para poder admirar la memoria reciente del instante vivido, solo me quedan unos escasos segundos para atacar el compás que sigue. Esta frase inicial se repite varias veces, de manera desigual y fragmentada hasta su disolución total, adentrándonos en el timbre predominante de la obra: el color del oboe.

La manera violenta en que inicia la obra representa para mí un grito de horror ante lo acontecido, un grito incontenible, un grito profundo, un grito interior, un grito sin olvido, un grito existencial frente al derrumbe de lo sagrado, lo intocable, una llamada de socorro al destino, como aquel grito que todos conocemos por la desaparición de los que amamos. Sé que debo inyectar a este pasaje la tensión necesaria, junto con Sylvain y su oboe, para que este grito se transforme, no en la representación de un cuadro sino en el clamor de todos nosotros.

Terminando el primer movimiento, con el desvanecimiento progresivo del sonido del oboe en el registro medio, dos caminos se presentan. Detener la obra y trabajar cada detalle del territorio musical que acabamos de descubrir o adentrarnos en la jungla, recorriéndola de cuerpo entero de una buena vez. Este tipo de decisiones son importantes en el montaje de una obra dado que los tiempos suelen ser muy cortos para ensayar. Finalmente, decidimos avanzar, nos quedan aún dos ensayos.

– Fernando ya llegó. Está en el jardín del Conservatorio.

– Ok, voy enseguida a buscarlo.

Terminando de leer Death of Light / Light of Death, Reynaldo me avisa de la llegada inminente de Fernando a la sala de ensayo y con esto el inicio de la primera lectura de su nueva obra Trueno. Fernando está impresionado por el talento de cada uno de los músicos. Maya, canta extraordinariamente y tiene casi lista la obra.

¡Oe compadre, que bien canta!

A pesar de leer la pieza por primera vez, el equipo descifra con facilidad cada partichela, permitiendo a Fernando degustar, mientras dirige, cada instante de su creación. Casi como un niño maravillado lo veo aprovechar de la facilidad de los músicos para jugar con ellos llevando su música a un estado superior.

A pesar del español básico del ensamble y del francés entrecortado de Fernando, han logrado entenderse a la perfección y el ensayo ha salido muy bien. Esta es la prueba fehaciente de que lo que hacemos, la música, es más que tocar, es conectar con los otros, es un lenguaje universal.

Paris, martes 23 de noviembre del 2021

 

Juan, acabo de dar positivo a la Covid – 19 y no logro ubicar a Vincent. Lo siento mucho.

– ¡Oh! Te llamo enseguida.

– Ok

Este es el tipo de imprevisto que no tenía contado en el plan de esta semana, y sin embargo todo esto, ahora que lo vivo, era estadísticamente posible. Tampoco es que crea que todo se puede prever o adivinar con una bola de cristal, y no es la culpa de Marie. Probablemente contaminada por su novio, después de una visita dominical y algunos ensayos, ha contraído el maldito bicho de la Covid – 19. Hasta el momento había recibido varios mensajes similares a este, pero es la primera vez que uno de ellos va a modificar mis planes. En el instante en que leo su mensaje de texto, mientras camino a la estación d’Argenteuil, se me escarapela la piel de horror y tengo la impresión de encontrarme ante una de esas encrucijadas digna de una pesadilla.

– Vincent tenemos que hablar, es urgente.

– ¿Qué sucede?

– Marie ha contraído la Covid.

– No puede ser. Me libero en una hora. Te llamo.

Al teléfono, su voz aún intacta pero preocupada, parece estar con buena salud y me repite incesantemente el temor que tiene de haber contagiado a alguien más. Tengo el corazón agitado como si éste quisiera escaparse por mi boca y aunque sé que no podré, trato de consolarla repitiéndole que todos hemos mantenido las distancias y que todo va a estar bien, que no se preocupe. ¿Y quién me lo dice a mí?

Entre todo, no dejo de pensar en Constance, nuestra arpista, quien estando embarazada, podría estar corriendo mayor peligro. Además de la gran superficie de la sala de ensayo que nos permitía alejarnos los unos de los otros, el enorme Tam-tam, ese bendito instrumento de percusión, metálico, emisor de sonidos indeterminados, proveniente de oriente, que Constance tocaba en una de las piezas, se encontraba, por suerte, haciendo un muro entre Marie y ella.

Esta pandemia la tenemos hasta en la sopa y las medidas de prevención se han vuelto desde hace buen tiempo un reflejo de supervivencia. Estamos bombardeados por la televisión, la radio, la web y que se yo todos los días, desde la mañana hasta la noche, de informaciones sobre la preservación de la distancia, el lavarse la manos, el no salir mucho, el usar la máscara y las nuevas variantes. Todo se volvió tan difícil, la mala nueva nos cayó como un balde de agua fría. Por suerte hubo bastante espacio entre cada músico, todos hemos aprendido a tocar separados, las ventanas se mantuvieron abiertas y salvo Sylvain, el oboísta, todos llevaban puesto una mascarilla. Por el momento, no parece tratarse de una forma grave del maldito bicho. Sin embargo, Marie debe entrar en aislamiento de inmediato y nosotros debemos examinarnos.

Mientras voy tratando de recordar todos los momentos en los cuales un descuido habría podido contaminar a todo el equipo, llamo a cada uno de los músicos para tenerlos al tanto y para que se hagan la prueba antigénica lo antes posible. Esa prueba médica desagradable, también se ha vuelto moneda corriente y hasta ciertas veces de tanto hacerla creo estar practicando para volverme un Fakir.

Las malas nuevas siempre viajan rápido, todos saben lo sucedido antes de recibir mi llamada. Si dan negativo, a pesar del escaso tiempo que nos queda, cabría la pequeña esperanza de encontrar una o un violonchelista en remplazo de Marie y continuar adelante con el plan.

– Hola, Juan. Acabo de llegar a casa y estoy disponible por si acaso.

– ¿Estas al tanto por lo de Marie?

– Si ¿Necesitas el contacto de violonchelistas?

– Debo confirmar con Vincent que tenemos el presupuesto necesario para asumir un nuevo músico, pero sí, dame todos los contactos que tengas. Debo resolver hoy mismo este problema.

A pesar de lo tarde que es, ella rompe con el protocolo francés de no llamar a altas horas a la gente porque sabe que no tenemos otra alternativa que reaccionar rápido. Pauline, cabellos negros largos, tez delgada y maneras muy refinadas, es, desde que llegó al ensamble, una pieza clave en todo esto. No solo es una magnífica primera violinista, sino que también es una excelente persona, muy amable, práctica y reactiva. En general, sé que puedo contar con ella, pero, sobre todo, es en este tipo de situaciones que su serenidad e inteligencia son fundamentales. De hecho, antes de que pudiese enviarle un mensaje de texto para anunciarle la mala nueva, se puso en contacto conmigo y me propuso varias soluciones.

Acabo de hablar con Elodie y estas son nuestras disponibilidades… Si no, el viernes podemos reducir las sesiones de ensayo de cada pieza y así encontrar una hora de ensayo para el trío de Vincent. Estos son los números… para ver si pueden reemplazar a Marie.

– ¡Mil gracias!

Y que decir de Sylvain, nuestro oboísta. Acaba de integrar el ensamble y desde ya es una pieza clave humana y musicalmente.

– Hola, Juan. Solo quería informarte que si necesitan un solo para remplazar la Sequenza XIV de Berio que Marie tenía que tocar, tengo la Sequenza VII para oboe lista.  

– ¡Es una excelente idea! La tomo.