Geovana Goyes

Supe que Tamaulipas era Tebas y Creonte este silencio amordazándolo todo

La muerte de un ser querido es algo terrible, el dolor de saber que no estará nunca más junto a nosotros es, ciertamente, indescriptible. Sin embargo, la desaparición de una persona cercana es una cosa que no la puedes asimilar: ¿Está vivo?, ¿quién se lo llevó?, ¿por qué se fue?, ¿dónde está?; hay demasiadas preguntas que no se contestan jamás, y lo que es peor se formulan múltiples hipótesis que al final no tienen respuesta. La zozobra e incertidumbre por el paradero de un desaparecido hacen que la ausencia sea mucho más difícil de sobrellevar.

En México, cada día se reportan entre 10 y 13 desapariciones. En Tamaulipas, los casos comenzaron a aumentar en 2009, pero fue en 2011 cuando alcanzaron su punto más crítico: se reportaron 1,303 desapariciones. Pero esta no es solo una realidad mexicana. En Ecuador, entre 2017 y 2023, más de 28,000 personas fueron reportadas como desaparecidas, y cerca de 1,800 siguen sin ser localizadas por sus familiares. Solo en 2023, se registraron más de 6,000 casos. Estas cifras no pueden pasar desapercibidas, porque no son solo números, son miles de vidas interrumpidas, familias que buscan respuestas, madres y padres que recorren hospitales, morgues, calles y terrenos baldíos con la esperanza de encontrar a los suyos. Dice Sara Uribe:

¿Qué cosa es el cuerpo cuando alguien lo desprovee de nombre, de historia, de apellido? Que era una probabilidad. Cuando no hay faz, ni rastro, ni huellas, ni señales. Que lo iban a traer aquí. ¿Qué cosa es el cuerpo cuando está perdido?[1]

Antígona Gonzales es un libro de la escritora mexicana Sara Uribe, publicado en el 2012. La historia se centra en la búsqueda de Antígona González de su hermano Tadeo que desapareció en el estado de Tamaulipas, junto a decenas de migrantes que se proponían cruzar hacia Estados Unidos. La edición que estoy comentando es la publicada por la editorial colombiana Himpar que apareció en 2023 y que llegó a Guayaquil gracias al Encuentro de Editores Independientes Libre Libro.

Sara Uribe es una escritora mexicana nacida en 1978 en Santiago de Querétaro. Es poeta, licenciada en filosofía y ha sido, entre otras cosas, directora del Archivo Histórico de Tampico. Entre sus obras encontramos: Lo que no imaginas… (2005), Palabras más palabras menos (2006), Nunca quise detener el tiempo (2007) y Antígona González (2012).

Lo interesante del presente libro es que no se trata de un poemario clásico, sino que su escritura está acompañada e intervenida por otros textos de diversa índole, desde la tragedia de Sófocles hasta El grito de Antígona un texto teórico de Judith Butler. Estos ejercicios de intertextualidad hacen que esta obra tenga su complejidad y sea de una originalidad inusual, pues genera una suerte de conexión y reafirmación a la historia de Antígona a través del tiempo.

Pero no es solo el acompañamiento de otros textos lo que hace que la obra sea tan potente, sino el hecho de que muchos de ellos son noticias extraídas de la cruenta realidad que ha vivido México a lo largo de los años.  Ya sea en blogs o periódicos como La jornada o El diario de Coahuila encontramos apuntes como “Lo queremos encontrar así sea muertito…”; o “Es muy duro no saber nada de él…”; y otros fragmentos consiguen que el texto se sienta más cercano a la realidad y se transforme en una experiencia auténtica y desgarradora.

Leerlo es asfixiante. Esto es producto de la forma en que las palabras se van envolviendo en un espiral de dolor y desesperanza que produce una sensación de vacío interminable. A medida que el libro avanza una se enfrenta al siempre enigmático dolor de los demás. Y esto no solo produce tristeza sentía, sino algo más denso, más insoportable. Hay momentos en los que resulta indispensable cerrar el libro. Cada imagen solicita un momento de pausa, un espacio para ubicarse en el mundo. Lo más insoportable es entender que esta historia que nos cuenta Uribe no es algo demasiado distante a nuestra propia realidad. Es una realidad tan cercana y tan cruda que, por un momento, resulta inevitable preguntarse si alguna vez seremos capaces de seguir viviendo de esta manera.

En el inicio del libro observamos a una mujer que busca a su hermano. Este punto de partida es clave porque sirve como eje central para el resto del libro. Antígona conecta la historia de la heroína griega con la de esta mujer que quiere encontrar a su hermano, como si con la búsqueda y promesa del encuentro se redimieran la una en la otra: “No quería ser una Antígona, pero me tocó.”[2]

Esta idea de negarse a ser una Antígona es poderosa, porque es claro que una persona no va por la vida esperando que le den una noticia tan dolorosa, y también porque excede el grado más radical de nuestra humanidad que es la muerte y nuestro derecho a recibir una sepultura digna. En estos casos, los familiares ni siquiera saben si la víctima ha muerto o no. Esa una suerte de limbo que determina toda la lectura y se manifiesta a través de la idea del vacío, de un vacío que es, sin embargo, no solo existencial, sino corporal: “Así que me voy con el estómago vacío al trabajo y mientras conduzco pienso en todos los huecos, en todas las ausencias que nadie nota y están ahí.”[3]

Antígona González excede la literatura. El libro es parte constitutiva de la memoria, y testimonio de una realidad incomprensible y cruenta. Uribe no da respuestas, esa no es su intención. Su libro no cierra nada, porque la historia sigue abierta. La herida sigue abierta. Y mientras sigan desapareciendo personas, mientras sigamos preguntándonos “¿dónde están?”, este libro va a seguir doliendo.


[1] Uribe, Antígona Gonzáles seguido… 70.

[2] Uribe, Antígona Gonzáles seguido… 17.

[3] Uribe, Antígona Gonzáles seguido… 54.