Juan Arroyo

París, domingo 21 de noviembre del 2021

Fernando Valcárcel llega hoy a París. Su vuelo, proveniente de Lima, aterriza esta tarde en el aeropuerto Charles de Gaulle, al norte de la ciudad, luego de un largo y fatigante viaje de 14 horas, con una escala en Ámsterdam. Durante meses nos hemos interrogado sobre la viabilidad de este proyecto pues en un punto, entre el soñar y el concretar, entre el papel y la realidad, sencillamente, se cancelaron varios vuelos en todo el mundo a causa de la pandemia. Fernando no viene solo esta vez, su hermana Dulce lo acompaña en su nueva aventura musical.

– Ya se comunicó conmigo. Me acaba de decir que están esperando las maletas.

– Perfecto. Me avisas cuando los veas.

Reynaldo Pizarro, joven peruano, recientemente instalado en la ciudad luz, estudiante de composición en el Conservatorio Regional de París, se encarga de recibir a Fernando y a Dulce en el aeropuerto para luego trasladarlos a la casa de Josiane, una amiga de Maya, quien les alojará durante su estancia parisina. El joven y talentoso compositor es impetuoso, responsable y, en algunas ocasiones, algo inocente. Me hace recordar en muchas cosas a mí mismo, cuando llegué por primera vez a este país y comencé no solo mis estudios musicales sino también un camino insospechado de adaptación, autonomía y desprendimiento. No todo fue un mar de sacrificios, las épocas de estudiante son inolvidables.

– Ya estamos yendo en el taxi. Llegaremos en veinte minutos, aproximadamente.

– Los esperamos. Ya estamos aquí.   

En algún lugar de la ciudad, mientras unos se pasean por los parques y jardines, visitan los museos, toman un café en alguna terraza o simplemente reposan del arduo trajín de la semana en casa, Vincent Trollet ensaya su nueva obra cuyo título es  Trois commencements. Escrita para violín, viola y violonchelo, el amigo compositor en un acto de humildad ha tomado algunos pasajes de mi dúo And the Darkness dances a manera de citación o de homenaje y los ha fundido en su escritura musical. Estoy muy agradecido por su gran gesto fraterno. Junto con Pauline Klaus, Elodie Gaudet y Marie Ythier, músicas del ensamble Regards, el estreno de su nuevo opus está previsto para este sábado en la Cité Internationale des Arts, en pleno centro de París.

– El ensayo ha salido perfecto. Las chicas ya tienen la obra lista para el concierto.

– ¡Excelente noticia amigo! Nosotros vamos a dar una vuelta por París. Nos vemos mañana en el ensayo.

Por el momento todo está saliendo muy bien, según lo planeado. Cada uno de nosotros tiene una misión y solo debemos cumplir con lo pactado meses atrás. Aunque el factor humano siempre es determinante en estas lides creo que lo vamos a lograr.

– ¡Acabé la obra! ¡Mañana tienen las partichelas completas! ¡Gracias por confiar en mí!                                      – ¡Excelente noticia! ¡Bravo hermano!

– ¿Tendré el piano desde mi llegada, no?

– El piano estará instalado el domingo, a tu llegada en casa de Josiane.

 – ¡Gracias compadre! 

Este viernes, Fernando y Maya Villanueva ofrecerán un recital de voz y piano en el Atelier de la Main d’Or que se encuentra en el barrio 17, en el noroeste de París. Maya es una excelente soprano franco-peruana que está haciendo una maravillosa carrera en Europa. La conocí hace muchos años cuando, para pagar mis estudios, entre otras cosas, trabajaba como copista para la Ópera de Lausana. Nuestro encuentro se dio fortuitamente en el IRCAM, durante una sesión de trabajo para la composición de El Principito y desde entonces nos hemos vuelto muy buenos amigos.

Maya, a pesar de haber vivido aquí toda su vida y de tener el doble pasaporte es tan peruana como la Flor de la canela. Cuando la escucho hablar, sea en francés o en español, percibo el canto latinoamericano, alegre y lúdico, de una familiaridad misteriosa y encantadora, como si llevase consigo, en la voz, la calidez del sur o la contraseña de un modo de ver el mundo que las personas provenientes de cierta latitud podemos descifrar. Ustedes me entienden.

El destino hace y deshace a cada instante y hasta a veces, con cierta ironía, solo a veces, nos da la esperanza de que todo lo vivido tiene algún sentido en la inmensa arquitectura del tiempo y del espacio. Antes de que Maya nazca, su madre, Gloria, por entonces estudiante de sociología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, también estudiaba canto, y en una ocasión tuvo el lujo de tener como pianista acompañante a un joven compositor peruano, nacido en Puno, que por esos tiempos estaba revolucionando junto a toda su generación los cánones de las artes en el Perú. Su nombre era Edgar Valcárcel, el padre de Fernando. ¿Cómo es la vida, no? El destino no solo conoce de ironías, también es poeta en sus travesías más gloriosas y épicas. ¿Quién habría dicho que, décadas más tarde, una de las hijas de Gloria, la dulce y risueña soprano de cabellos oscuros, ondulados y cautivante voz, daría concierto en París, acompañada por otro ilustre músico del linaje de los Valcárcel?

– ¿Fernando, ya llegó?¿Todo bien donde Josiane? Dime si necesitan algo. Estoy estudiando en casa para nuestro concierto.

– No te preocupes mi estimada, todo está saliendo tal cual lo planeado. Josiane les ha dado una magnífica bienvenida. ¡Gracias por tu apoyo! ¡Buen trabajo!

Al día siguiente, después del recital de voz y piano del viernes, el sábado, Fernando y yo compartiremos la dirección musical del ensamble Regards en un concierto titulado Interlight, en el auditorio de la Cité Internationale des Arts. Elodie iniciará el concierto tocando un solo de viola, Chant, de Jonathan Harvey, una obra perfecta para empezar el concierto por su corta duración y su carácter solemne. La idea es que Elodie comience a tocar estando ubicada entre el público, pues necesitamos un golpe de sorpresa para el inicio de la presentación. Según yo, ello llamará la atención del espectador hacia otro lado de la sala, permitiendo que tanto los músicos como el escenario estén listos para la siguiente pieza, sin demasiados cambios de escena entre las obras, pues detesto esperar entre cada una de ellas porque siento que mi atención y la del público se disipa, como si tuviésemos que recomenzar y recomenzar el concierto con cada obra, cada vez y otra vez y una vez más.

Luego del solo de Elodie y del estreno de Trois commencements, de Vincent, Marie tocará la Sequenza XIV para violonchelo de Luciano Berio, una obra mítica del compositor italiano que le da vitalidad al programa y crea un cierto contraste con las piezas precedentes. Yo, por mi lado, dirigiré la obra Death of light/Light of Death de Jonathan Harvey, desaparecido hace diez años y, al culminar,  luego de despedirme del público, Maya y Fernando harán su ingreso al escenario para estrenar con el ensamble completo su nueva obra, Trueno.

A pesar de haber recibido en 2007 el grado de Maestría en Dirección Orquestal de la Universidad Cristiana de Texas y de conducir con brillo y éxito, desde hace más de diez años, la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú, el primer elenco nacional, es la primera vez que Fernando dirige en París. Puedo entender totalmente su ansiedad pues también será la primera vez que voy a dirigir en un concierto oficial. ¡Vaya que hubiese podido encontrarme una obra más sencilla para este debut vertiginoso! Llevo 9 años consagrando una buena parte de mi tiempo, junto a Vincent, al planeamiento de nuevos proyectos, la programación de conciertos, a la organización de los ensayos, a la comunicación de los eventos, y a la consolidación de este elenco, pero, no sé por qué, el pudor o el temor a opacar mi actividad de compositor por exceso de protagonismo de otra de mis facetas siempre me ha llevado a abstenerme de conducirlo yo mismo. Esta vez, los consejos de Fernando, el apoyo de Vincent, el estudio constante y la necesidad de darle un impulso nuevo al ensamble, en medio de la zozobra generalizada, me han ayudado a asumir este rol por fin.