Talía Falconi
Fase 1 – Montaje coreográfico
El inicio es algo incierto, hay algunos gestos, colores, sensaciones, estados físicos y emocionales que están en el aire. Pero cada proceso creativo es sin duda un mundo a construir. Personalmente intento que las ideas iniciales no se fijen, que tengan la flexibilidad de transformarse en el camino, de mantener una escucha sensible con el entorno y sobre todo, con los intérpretes. El encuentro con los bailarines es determinante en mi visión de concebir la danza, pues el universo creativo que se logra plasmar es gracias a ellos, finalmente son ellos, los bailarines quienes ponen sus cuerpos y sus energías en escena.
Una de las primeras impresiones que tuve al comenzar esta creación fue la heterogeneidad de personalidades, de cuerpos y de gestos de los estudiantes/bailarines que estaban frente a mí. Fue muy motivante la diversidad de estos jóvenes provenientes de distintas regiones y provincias del Ecuador. Muy pronto, desde los primeros encuentros se fue dibujando la idea de trabajar un grupo o colectivo. Sin embargo, ¿cómo mantener los rasgos y las características individuales sin dejar de privilegiar el rol colectivo? Esta disyuntiva entre colectivo e individuo fue algo que se mantuvo presente a lo largo de este proceso creativo.
La respiración, un tema a explorar
Dentro de mi práctica coreográfica puedo constatar que la respiración es un punto de partida clave porque desde ahí abordo directamente el aspecto cualitativo del movimiento. La respiración es un elemento esencial no solo en mi práctica como creadora, sino también en mi trabajo pedagógico, ya que me permite la exploración rítmica/expresiva/emocional/sensorial del movimiento y al mismo tiempo me acerca a una idea de musicalidad y de un tiempo propio del movimiento. A partir de la respiración, hay sentidos y tensiones dinámicas que se generan (cambios de velocidad, acentos, pulsos, pausas, repeticiones, etc.). Para ello, en una primera instancia considero importante trabajar sin música externa, porque definitivamente la música influencia la organización de los ritmos internos, y predispone al movimiento a entrar en ciertos tonos y patrones rítmicos. Además de que puede condicionar la escucha de y entre los intérpretes.
Ahora bien, usualmente la respiración se trata de manera orgánica, es decir asociada o en coordinación con el movimiento, sin embargo, también es posible utilizar de manera “inorgánica”, o sea en disociación del movimiento, es poco común, pero sin duda puede generar tensiones y contradicciones interesantes en la escena. Así entonces, los distintos manejos de la respiración pueden ser maneras de componer el gesto danzado, evoco la frase del teórico de danza Hubert Godard “es el gesto el que fabrica el cuerpo a cada instante”.
Por otro lado, la exploración de los distintos ritmos respiratorios despierta toda una serie de vínculos emotivos y de estados de cuerpo. Evidentemente una respiración calmada genera un estado físico y anímico distinto a una respiración rápida y entrecortada, los estados emocionales y sensoriales son otros.
La potencia de la corrida
Desde los primeros encuentros se fue trazando hacia una escritura coreográfica específica gracias a un trote/corrida particular que definió la forma y el contenido de la propuesta, convirtiéndose, además en la base compositiva del trabajo. Indudablemente esta acción constante unificó e integró a los individuos dentro de una conformación de grupo, tomando en cuenta sus posibles sentidos y significados. Correr implica ir de un lugar a otro, es un traslado, es un desplazamiento que en este caso afecta directamente (al mismo tiempo que da forma) al trabajo compositivo porque al mismo tiempo que dibuja puede a su vez, transformar el espacio.
Para dar cuenta de esta acción voy a tratar de describir el inicio de la obra:
Se percibe de muy lejos unos pasos acompañados con el sonido de una respiración regular emitida por muchas voces. El público ve llegar al espacio escénico a un grupo conformado por 8 jóvenes bailarines. (Según los lugares donde se presentó sigue Corriendo, los bailarines llegan del exterior, atravesando corredores, pasillos centrales de teatros, etc.). Ellos se desplazan como si fuera un solo cuerpo, casi pegados hombro a hombro, manteniendo un solo ritmo que pretende ser estable, pero en realidad está siempre fluctuando entre pequeñas aceleraciones y desaceleraciones. El peso de la cabeza cae, rebotando en cada pisada, lo que produce una modulación del tono muscular que oscila entre pequeñas caídas y recuperaciones. Esto resuena en el ritmo del trote donde el tiempo fuerte también cae, acentuando en el piso.
El sonido de la respiración
Los ensayos fueron encaminándose hacia una dirección donde fue necesario realmente escuchar el sonido de los soplidos, los jadeos y por supuesto, la voz de los bailarines (murmullos, balbuceos, interjecciones, hasta la descarga del grito). El sonido fue concebido como una prolongación de la respiración… y del cuerpo.
Se dedicaron varias sesiones a la emisión del sonido. En primer lugar, se exageró el golpe de los pies hacia el piso en la acción predominante de trotar/corrrer, esto implicó encontrar un ritmo en común. Luego, cada paso fue remarcado con un sonido soplado o mejor dicho resoplado, casi como una interjección, donde resaltó el sonido de la sh, que luego se convirtió en un shuk shuk shuk repetitivo, y que uno de ellos (Juan Chávez) iba acentuando de manera irregular.
El trabajo de emisión de sonido desencadenó en varios momentos importantes de la obra. Voy a describir algunos de ellos:
-Un dueto que sugiere una relación de dominación: uno dirige el movimiento del otro con la voz, con sonidos de interjecciones (Juan Chávez y Leslie Veliz). Los dos improvisan: el acciona con la voz, ella responde con el movimiento.
-Tres bailarines realizan una secuencia ligada y continua de movimientos circulares, mientras en oposición, lanzan insultos acentuados que van subiendo de volumen e intensidad. (Ronald Mejía, Ronny Tabango y Jimel Palacios).
-Todos en un grupo compacto lanzan un grito largo al cielo en forma de “EH” con afinaciones distintas.
La versión en vivo no utiliza música de fuentes externas, todos los sonidos son emitidos por los bailarines. La base rítmica es el sonido que produce la corrida, esta base se mantiene prácticamente de principio a fin, y se complementa con los sonidos de las respiraciones y de algunas expresiones verbales emitidas por los bailarines que sobresalen en ciertos momentos: acompañando, acentuando, liderando y contraponiendo los gestos y los movimientos del grupo.
El montaje coreográfico sigue Corriendo se estrenó en enero 2019 en la Sala de danza de la Universidad de las Artes, durante esas primeras presentaciones intervino en vivo el músico Federico Valdez quien de manera puntual acompañó ciertos momentos con la voz, con flautas y con el sonido de sus propios pasos. En las siguientes presentaciones que tuvimos yo asumí ese rol puntual y específico con el sonido del clarinete.
Créditos
Coreografía y dirección: Talía Falconi
Bailarines: Juan Chávez, Ronald Mejía, Khrystel Ortiz, Jimel Palacios, Bryan Chávez, Ronny Tabango, Ivanna Ricardo y Leslie Veliz.