Hace tiempo que leí aquel famoso y muy ilustrativo libro de Terry Eagleton que le da título a mi modesta intervención. Allí se establecía que la crítica no es, como suele creerse, una práctica meramente intelectual, sino una práctica política con aspiraciones colectivistas y dialogantes. El término, crítica, tiene interés además por su polisemia. Por un lado, interesa la idea kantiana donde aparece como un proceso analítico capaz de explicar cómo están hechas las cosas. Por otro, la idea de la escuela de Frankfurt, más cercana a la idea de crisis o, mejor dicho, de poner en crisis. También vale pensar en la crítica como memoria, así al pasar recuerdo el artilugio de Ricardo Piglia que pensaba en la crítica literaria como una forma de la autobiografía. Esta última idea es quizá la que más me gusta. La idea de que con esta publicación iremos construyendo una memoria colectiva de nuestro tiempo.