Cristian Astudillo
Si en algo destacó Joker (2019), fue en la expectativa que creó en el fandom. El Joker, al igual que otros personajes de Marvel y DC, ya era una figura asentada por una industria que había generado su propia mitología: la de los superhéroes. La cinta de Todd Phillips fue, para muchos, una resignificación de lo que ya se conocía del antagonista número uno de Batman, al punto de que se le terminó dando un nombre: Arthur Fleck. Esto fascinó e indignó a muchas personas por igual. No todos los días la mitología de los superhéroes era arrastrada hacia lo terrenal. No en vano, lo más visible de aquella película son sus explícitas referencias a Taxi Driver (1976) y el The King of Comedy (1982), porque no hay nada más terrenal que el cine de Martin Scorsese de la segunda mitad de los años setenta e inicios de los ochenta. En contraste con lo que Rocky (1976) evocaba, las heridas y moretones de Robert De Niro en Raging Bull (1980) eran demasiado realistas para el gusto de muchos espectadores de la época.
En el recientemente finalizado 2024, la polémica volvió a surgir con el nombre de Todd Phillips. Ante la negativa y/o el escepticismo de muchos, se estrenó Joker: à Folie Deux (2024): una secuela que pretende ofrecer una continuación de todo lo visto en la cinta del 2019. Uno de sus primeros planteamientos consiste en mostrar como Arthur Fleck (Joker) se ha convertido en un mártir y un símbolo de las inconformidades y frustraciones de las poblaciones marginadas de Gotham City como consecuencia de lo visto en los minutos finales de la primera película. El esquema narrativo no presenta muchas variaciones. Similar a la anterior entrega, el primer acto consiste en mostrarnos la rutina de Arthur, con la única diferencia de que ahora se encuentra en el asilo de Arkham. Luego se produce una irrupción que saca a Arthur de su rutina: la primera vez fue la pérdida de su empleo y el asesinato de los tres jóvenes de Wall Street, y ahora se trata de Lee Quinzel, una internada fascinada con la figura del Joker que explota la faceta más vanidosa e histriónica de Arthur y con quien este inicia un romance caótico que, como no podía ser de otra forma, causa una gran fascinación en los medios.

Simultáneamente, la abogada de Arthur prepara una defensa en la que busca apelar a una sentencia menor alegando que Arthur posee un trastorno de identidad disociativo (TID) y que en su mente coexisten dos personalidades: Arthur y Joker, y que este último fue el responsable de los cinco asesinatos por los que se le amenaza con la pena de muerte. Este alegato escandaliza a los medios y aumenta los ánimos de los manifestantes que piden la liberación de Arthur; y no es para menos, porque el planteamiento de la segunda personalidad, aunque se trate de una estrategia para una defensa legal, es también una forma de dotarle al Joker un símbolo, de una existencia material. Para quienes lo tienen como un mártir, es una validación directa de sus inconformidades.
No es coincidencia que Todd Phillips tomara este enfoque. El universo de los superhéroes creado por Marvel y DC constituye en un nuevo tipo de mitología en el que La Liga de la Justicia y Los Vengadores son los nuevos Dioses del Olimpo y los villanos la representación de las fuerzas oscuras, caóticas y destructivas. Que la locura del Joker pasara de ser una locura fantástica y romántica, simbólica y representativa del caos como concepto, a una locura psicopatológica y clínica, ha sido el equivalente a dejar de explicar los truenos con la furia y el poder de Zeus: una desmitificación moderna de una mitología vigente. Lo divino reducido a lo humano. Esto, como es de esperarse, ha causado mucha indignación entre los consumidores más acérrimos de esta mitología.
La crítica de cine Katie Rife, en un artículo para Polygon, dijo que vivimos en una época en la que se ha establecido un imperialismo de las propiedades intelectuales, a tal punto que se rinde un culto casi religioso a estas de facto a la cultura cinematográfica global. Esto lo dijo refiriéndose a una película parodia titulada The People’s Joker (2022), la cual es un caso mucho más extremo que el de Todd Phillips al tratarse de una obra que toma el universo de Batman y lo transforma radicalmente para contar los viajes y peripecias de una mujer trans. Su exhibición en festivales se dio sin la autorización oficial de Warner Bros Discovery por lo que, además de los problemas de derechos de autor, de manera similar a las cintas de Todd Phillips, también generó una división que encaja con el hecho de que los superhéroes fungen como una nueva mitología a las que se les rinde este tipo de adoración religiosa, y que cualquier interpretación que se desvíe de lo que las comunidades más fanáticas y acérrimas consideren como la esencia del producto original, es considerada como una blasfemia —sin que muchas vece se sepa definir con precisión esa esencia—.
«—Creo que ella te está utilizando… Lo siento yo solo… Sé lo que es
estar enamorada. Pero no deberías creer en nada de lo que dice»
Estas son las palabras con las que la abogada advierte a Arthur sobre el riesgo que implica estar cerca de Lee. Esta es la primera advertencia que la película le da al espectador sobre uno de los peligros de ser un mártir: ser deshumanizado. La idolatría se convierte en instrumentalización mediática. Las personas no quieren seres humanos, sino símbolos, y esta presión social muchas veces provoca que los propios mártires olviden su propia humanidad y se sumerjan en una espiral de narcisismo, tal como le termina sucediendo a Arthur, quien se deja llevar por el show y las ilusiones de construir una montaña.

El momento más brillante de la película es el interrogatorio entre Arthur y Gary Puddles, porque desmitifica la figura de un mártir para los marginados. Gary es una persona que, al igual que Arthur, ha sufrido de discriminación debido a su enanismo, y durante el juicio, lo vemos traumatizado por haber presenciado el asesinato de Randall Kleinmanhoffer por la mano de Arthur en la primera película. Al final del interrogatorio, Gary rompe en llanto y le recrimina a Arthur que por su culpa tiene pesadillas todas las noches y se ha visto incapaz de volver al trabajo. Esta es la primera vez que Arthur confronta su falta de empatía, y el hecho de que sus acciones y ensimismamiento de ídolo han causado un grave dolor a una persona que forma parte de un sector marginal cuyo dolor, irónicamente, pretende representar. Esta es la línea más interesante y verdaderamente provocadora que toma la película, puesto que, en un mundo donde domina la posverdad, es fácil crear ídolos y mártires de movimientos que representan las inconformidades de los sectores marginales, y defenderlos ante cualquier señalamiento, excusándolos, la mayor parte del tiempo, como víctimas de ataques por parte del sistema.

«¡¿Sabes cómo se siente, Arthur?!» le exclama Gary entre lágrimas. Incómodo y encolerizado, Arthur responde: «¡Dije que no más preguntas, su Señoría!»; sabe que las cosas se han volteado, y que, por un breve momento, él era quien estaba siendo interrogado. Este momento es un reflejo de lo incómodo que es abrir cualquier conversación que consista en confrontar la humanidad de los mártires, especialmente aquella parte que conforma su lado más oscuro y siniestro. No en vano, ni siquiera los simpatizantes de Arthur se atreven a pronunciar una sola palabra y fingen que nada ha sucedido. Suena muy familiar, ¿verdad?
Es en conversaciones incómodas como las que abre la película en las que se revela el lado más sectario y gremial de los movimientos políticos, por más bien intencionadas y necesarias que sean sus causas sociales para el pueblo. Cuando Arthur se cansa de ser un símbolo y decide negar la existencia del Joker como segunda personalidad dice: «No existe el Joker. Solo existo yo», y entonces es abandonado por Lee y repudiado por sus propios simpatizantes. El mártir, al igual que muchos dioses, ha asumido su condición terrenal. Y no hay nada más humano que sufrir por amor y abandono.

Como suele ocurrir cuando una religión es desmitificada, hay quienes intentan aún aferrarse a esta, como los dos simpatizantes que intentan rescatar a Arthur del juzgado, y hay otros que buscan reemplazarla con otra, como aquel paciente de Arkham que asesina a Arthur al final y se corta la cara para tallarse las facciones de lo que posiblemente sea un nuevo Joker, demostrando, de este modo, que los mártires son entidades que pueden ser desechadas y reemplazadas por la siguiente persona que tenga una necesidad de ser adorada, y por ende, deshumanizada. Y no hay nada más terrenal que eso.
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