Por Alba Silva

Construida bajo la clásica fórmula aristotélica del cine de Hollywood introducción, nudo y desenlaceBarbie que es el mainstream se ha apropiado, una vez más de una lucha social, para crear no una película basada en postulados feministas, sino en la venta de los productos derivados de su propiedad intelectual.

La tarea de Barbie no es convencernos de la equidad de género, su tarea es ocultar el hecho de que tantas operaciones de capital dirigidas a una sola película reducen la inversión hacia otras estéticas del cine. Porque mientras se dediquen inconmensurables sumas de dinero al mainstream, se reducirán las inversiones para pequeñas producciones artísticas, lo que afecta principalmente al rol de las mujeres en las industrias creativas.

El hecho de que no existan expresiones que evidencien diferentes estéticas determina los consumos culturales a la simplicidad del algoritmo de las ventas, al pueblo circo y pan. Walter Benjamin habla sobre la importancia social del cine, como el agente más poderoso de persuasión de masas. Sara Maldoror, cineasta y activista decolonial, argumenta sobre su rol en el campo cinematográfico:

desempeño un papel cultural como cineasta. Lo que me interesa es investigar películas sobre la historia africana, porque nuestra historia la han escrito otros, no nosotros.

En este sentido, Barbie hace referencia al “mundo real”. ¿Qué es el mundo real? De acuerdo con la película, el mundo real que enfrenta la protagonista la Barbie estereotípica― es un Estado Westfaliano dominado por hombres blancos. En el mundo real es lo blanco, lo binario. Alenka Zupančič relaciona el principio de realidad con respecto a una ideología hegemónica. He ahí, la importancia de cuestionar el “orden real” por medio de distintas narrativas y narrativas que permitan ver el feminismo desde las desigualdades que se viven en “la periferia”.

Bajo el lema “tú puedes ser lo que quieras ser”, muy al estilo Lady Bird (disculpas al club de fans de Greta Gerwig), la película se presenta lineal, sin un conflicto genuino, algo muy relacionado al capitalismo de la motivación: el pobre es pobre porque quiere.

Barbie no es una película transgresora en términos ideológicos políticos y mucho menos en el ámbito económico. Los presupuestos destinados a su producción son enormes. De acuerdo con el informe fiscal de Mattel del año pasado, la empresa registró una pérdida operativa de más de $339 millones. Sin embargo, en la primera semana de estreno de la película, se registraron ganancias de alrededor de $578 millones. Por lo tanto, Mattel sabía que Barbie cayó en la irrelevancia y decidió obtener réditos con causas sociales: el cine políticamente correcto de Hollywood, la Barbie negra presidenta.

En 1936, el año de la publicación de “La obra del arte en la época de su reproductibilidad técnica», Benjamin no tenía idea de lo influyentes que serían las redes sociales para el consumo masivo, factor de la que son muy conscientes los directivos de Mattel. Con más de $150 millones de dólares invertidos en marketing, la película ha promovido el trend de Barbie Core en Instagram y TikTok logrando el consumo de productos que van desde alimentos y bebidas, productos de bienestar y belleza, hogar, hasta colecciones de fast fashion con Zara y Primark.

El objetivo final de Mattel no está enfocado en la venta de sus muñecas, sino en la explotación de los productos derivados de su propiedad intelectual y franquicias. De acuerdo con Wall Street Journal, Mattel tiene más de cien licencias de colaboración con otras marcas.

Es así que la producción de la película de Barbie está relacionada con el pago de regalías, contratos de uso de imagen personal, acuerdos de colaboraciones conjuntas, pago de derechos de autor, y obtención de licencias de uso adecuadas. De hecho, la película cuenta con un soundtrack de canciones, para promocionarse (Barbie The Album). Dentro de esta lista se encuentra la canción Barbie Girl del grupo Aqua, la misma que estuvo sujeta a conflicto y por la que Mattel perdió el litigio contra sus creadores (véase Mattel, Inc. v. MCA Records, Inc.).

Es así, que Barbie exhibe al patriarcado, pero al mismo tiempo promueve el consumo indiscriminado. Todo esto en concordancia con Fisher y Žižek que plantean la contradicción de ciertas tesis anticapitalistas ampliamente difundidas dentro del mismo capitalismo. En este sentido, todo se convierte en un producto, todo, incluso el feminismo.

[1] Alba Silva: Abogada e investigadora académica en Propiedad Intelectual y Derechos Culturales. Cuenta con una maestría de investigación en Relaciones Internacionales con mención en Seguridad y Conflicto, en Flacso, Ecuador.