Por Jorge André Hernández

En un jueves no muy santo, el 14 de abril de 2022, el grupo colombiano de música tropical Frente Cumbiero tocó en Quito. La banda bogotana agarró su artillería y viajó alrededor de 1100 kilómetros al sur para azotar las baldosas de Soundgarden, en Cumbayá.

A las once de la noche, en el festival La Santa, se pusieron el uniforme y subieron al escenario después del músico ecuatoriano Machaka. “Tropicanibalismo de alta montaña” (x3), repitió Mario Galeano, líder de Frente Cumbiero, imitando las inflexiones de voz de los locutores de la radio popular para colocarle “sabooor”, mientras el ritmo aumentaba hasta romperse en una sincronización psicodélica entre electrónica y cumbia.

La presentación de Frente Cumbiero inició con El método de la Cera Perdida, la sexta canción de su segundo álbum de estudio Cera Perdida y que le da en parte el nombre al proyecto lanzado en 2020. Por lo que, apenas la gaita empezó a sonar, los pies zapatearon y las caderas comenzaron a zigzaguear.

En Quito, la banda conformada por Mario Galeano (sintetizador y guacharaca), Pedro Ojeda (percusión), Marco Fajardo (saxofón y clarinete) y Sebastián Rozo (bombardino), mantiene el ritmo que hace vibrar desde el aire del ambiente hasta las médulas de los asistentes. El calor se expande entre los cuerpos y produce el lucimiento de las blusas y camisas de flores de los danzantes, mientras afuera el clima estaba en 10°C.

El sonido de Frente Cumbiero difiere de las versiones de cumbia que hemos escuchado en las fiestas familiares o en la radio. Como si Joy Division conociera a Lucho Bermúdez: esa es la mezcla sonora entre post punk y cumbia que se produce cuando cuatro bogotanos de clase media en los 90, influenciados por el rock en español y anglosajón, toman los ritmos del caribe colombiano para jugar a 2600 metros del nivel del mar, como se observa en el reportaje Ataque Tropical Bogotano realizado por Noisey en 2016. Ese es el ‘tropicanibalismo de alta montaña’.

En el concierto que ofrecieron, la banda tocó canciones de su último disco, obra compuesta por ocho pistas. En el repertorio de psicodelia tropical apareció Jaley Jaley, la segunda canción de la Cera perdida. Una melodía que deja en claro la esencia rockera de la cumbia en la banda, con un riff de guitarra más parecido al de un surf rock que va compaginando entre los ritmos tropicales de la batería y la guacharaca.

La cumbia es un género híbrido, entre ritmos africanos y armonías indígenas, que evolucionó desde la Colonia a tal punto que se exportó a toda Latinoamérica en la década de los 30. Luego, se convirtió en uno de los sonidos emblemáticos de la conexión entre cada país latino, desde la cumbia rebajada en México hasta la cumbia villera en Argentina. La evolución lógica era la fusión entre el género tropical y la electrónica que proponen varias bandas, entre ellas Frente Cumbiero.

El suelo se calienta. Los pies se alzan al ‘beat’ de la electrocumbia. Sonaba Porrovía, la tercera canción que conforma la Cera Perdida. El Porro es un género tradicional del caribe colombiano, tocado en las fiestas tradicionales, como un primo de la cumbia y el vallenato. Es la cercanía de Frente Cumbiero a las raíces tropicales, más allá de la influencia de la música global, lo que vuelve tan cercanas a las canciones del grupo.

Esa combinación entre la tradición del caribe y la influencia de lo urbano manifiesta un parecido al alma de los temas relatados por el escritor colombiano Andrés Caicedo. El término ‘tropicanibalismo de alta montaña’ se relaciona directamente con el gótico tropical de varias de las películas de Caliwood (grupo donde escribía Caicedo) y Noche sin fortuna (1984), novela de publicación póstuma donde plantea la idea literaria de este terror en el trópico: vampiros, caníbales y palmeras.

Sin embargo, para seguir vinculando al grupo con Caicedo en la relación entre el rock y el trópico de las canciones de Frente Cumbiero, podemos imaginarnos a la entrañable ‘Mona — personaje de ¡Qué viva la música! (1977), novela emblema del escritor caleño— bailar en Soundgarden mientras mueve su rubia melena, hipnotizando a los hombres que la rodean y viviendo el hedonismo tropical al máximo.

Aun así, el concierto fue en Quito, no en Cali. Entre los sonidos selváticos emitidos en la mitad del páramo, Mario Galeano anunció Motines del tigre, última canción de la Cera Perdida, colaboración con la banda argentina La Delio Valdez, destacando la internacionalidad del género en Latinoamérica. La cumbia de orquesta, de la que fue precursor Lucho Bermúdez, comenzó a salir del sintetizador y el salón se transportó a 1930.

En un instante, los asistentes viajaron 90 años cumbieros. Mambonegro Dai Sakusen, una cumbia japonesa creada de la sinergia entre Frente Cumbiero y los Minyo Crusaders, grupo japonés que mezcla ritmos tropicales, min’yo y jazz. Minyo Cumbiero es un EP lanzado en junio de 2020, dándole ritmo a la pandemia.

En un segundo repaso a la colaboración colombojaponesa, a la noche quiteña le siguió La cumbia del Monte Fuji. Un homenaje nipón a la famosa cumbia La Cumbia del Monte, creada por el colombiano Pedro Laza y sus Pelayeros en la década de 1950. En un momento, el sintetizador reprodujo la voz de Meg de los Minyo Crusaders, pero no logra materializarse y se queda eclipsada por la percusión y los vientos.

Mario Galeano, nombrado el hijo de la cumbia por el periódico español El País en el 2013, no solo interpretó canciones del Frente. En un momento, decide desviarse del repertorio de la banda y salta un proyecto externo: Ondatrópica. Un grupo coproducido con el británico Quantic en 2012, con el fin de revivir los sonidos caribeños pasados y refrescarlos con ritmos nuevos.

Punkero Sonidero de tropical Ondatrópica resonó con un pogo en Soundgarden. El mismo nombre te recuerda a las influencias rockeras que confluyen con el sonido del trópico. La única canción de esa noche que recuerda al proyecto que tocó en el festival Glastonbury en 2013, dejando de lado a las voces de Nidia Góngora o de la rapera chilena Ana Tijoux, quienes interpretaron icónicas canciones del primer álbum como Suena o Dos lucecitas.

Un final abrupto. El sonidero terminó pero la gente pedía otra más para bailar. El grupo se devolvió, tomó sus instrumentos y lanzó la última canción: Chucusteady, la primera pista y la más escuchada de su álbum debut Frente Cumbiero Meets Mad Professor (2010).

Pero, ¿dónde está Mad Professor? ¿quién es? La voz del músico jamaiquino de reggae y dub no aparece en esa canción, como sí lo hace en Ariwacumbé. Así como él, hubo grandes colaboradores ausentes en su concierto en Quito, pero pudieron salir reproducidos por el sintetizador como la voz de Meg de los Minyo Crusaders en La Cumbia del Monte Fuji. Al igual que la voz de Li Saumet (cantante de Bomba Estéreo) en Análogica, séptima pista del primer álbum.

En esa noche de un jueves no tan santo, Frente Cumbiero desató el ‘tropicanibal’ en cada uno de los asistentes que azotaron las baldosas de Soundgarden al ‘beat’ electrocumbiero. Una noche de thriller tropical en ‘La Carita de Dios’.