Juan Arroyo
21 de noviembre
[…] Este domingo, Maya y Fernando darán un recital en casa de Lionel Guerin con motivo de la inauguración de la asociación Sonomundo. El programa de la tarde está compuesto por obras de Theodoro Valcárcel, figura central del indigenismo latinoamericano, lamentablemente olvidado como muchos de los compositores que han dejado un verdadero patrimonio musical a nuestros pueblos; sus obras se entrelazarán con las de Claude Debussy, compositor francés iniciador del modernismo europeo y cuya obra sigue vivita y coleando como si el propio Debussy nunca hubiese muerto.
Sonomundo nació de un día al otro y sin querer ya estamos celebrando su inauguración:
– Hola querido Juan. He estado reflexionando… Finalmente encuadré las conversaciones que hemos tenido en un marco que permitirá incorporar tu trabajo, el de mi amiga Lisa y tal vez ideas adicionales… Me gustaría comentártelo en detalle y creo que lo mejor sería a través de una llamada.
Y es así que todo empezó, de la amistad en los tiempos de la pandemia, entre Lisa, Darío, Lionel y yo, con la vocación de crear puentes entre el Perú y Francia, entre América Latina y Europa, a través de la música y de sus artistas. Desde el inicio el sentido de todo esto ha sido acortar distancias, hermanar a los pueblos, impulsar nuevos horizontes musicales
A pesar de las fatigantes catorce horas de vuelo, una diferencia de seis horas con el Perú y el frío invernal que abraza toda Europa, Dulce y Fernando, apenas instalados en casa de Josiane, están impacientes por salir a pasear y recorrer las calles de la Ciudad Luz.
– Me muero de ganas por ver París.
– Si no están muy cansados, después del gran viaje que han hecho, podemos ir a dar una vuelta por la ciudad. ¿Qué opinan?
– ¡Excelente! Además, es la primera vez que Dulce, mi hermana, viene a visitar. ¡Gracias compadre!
Para acercarnos del centro de París tomamos la línea 11 del metro y bajamos en la estación Rambuteau, a un paso del Centro Pompidou, la Plaza Stravinsky y el IRCAM. Evidentemente, sin mayor sorpresa, las calles están abarrotadas de gente paseando y tomando alguna bebida en las terrazas de los cafés. Aunque un tanto ambiciosa, la idea es tomar la avenida Rivoli, caminar hasta La Cité Internationale des Arts, bordear el río Sena y visitar en su recorrido La Isla de La Cité, La Catedral Notre Dame, La Plaza Saint Michel, el Memorial del Templier Jacques de Molay, el Museo del Louvre, los Jardines de Tuileries y finalmente, desde la Plaza de la Concordia, tener una vista sobre la Torre Eiffel. La tarjeta postal perfecta para todo aquel que por primera vez pone los pies por aquí.
Durante el recorrido, llegando a la plaza Saint Michel, un poco para darle tregua a la caminata, nos sentamos en una de las mesas que estaba al interior del café Le Départ. No sé por qué, pero me encanta venir aquí, sentarme un ratito y degustar la vista. Fernando se muere por tomar un buen café a manera de recobrar la energía y Dulce quiere degustar sin más tardar una crepe de chocolate. Pido una taza de té para acompañarles y no dejo pasar la oportunidad para encargar una torta de limón que termino compartiendo con Mariangela, quien vigila estricta y disimuladamente mi dieta. Nuestros amigos están encandilados por este inicio de aventura que comienza en un día frío, sí, pero soleado.
Al acabar la jornada tomamos un taxi para ir a cenar a uno de los restaurantes que rodean la Place du Tertre, en Montmartre y admirar la vista de París desde la plaza del Sagrado Corazon. Admito que, en vista de las catorce horas de viaje de Fernando y Dulce, el cansancio latente de ambos y las distancias entre uno y otro monumento, es un plan bastante optimista, pero veremos poco a poco como se sienten nuestros invitados. Caminante no hay camino, se hace camino al andar…