Javier Izquierdo

Para empezar, debo mencionar que soy un crítico de cine frustrado. Que de no haber sido cineasta o en este momento docente de cine, me hubiera gustado dedicarme a la crítica cinematográfica, un oficio del siglo XX, como de alguna manera la bautizó Cabrera Infante.

De hecho, uno de mis primeros trabajos fue ocuparme de la página de cine y televisión en el desaparecido Diario Hoy, a finales de los noventa.

Desgraciadamente, en esa época tenía pocas herramientas como para hacer crítica de cine (se necesita una vasta cultura cinematográfica, ciertos conocimientos técnicos y sobre todo, un punto de vista) por lo que la mayoría de veces me limitaba a reseñar películas.

Primera distinción, la diferencia entre una crítica y una reseña, ¿en qué consiste?

La mayoría de textos que se escriben sobre cine en nuestro medio, me atrevería a decir, están más cerca de la reseña que de la crítica. Más recientemente, en 2022, estuve escribiendo sobre cine en el también desaparecido Diario El Comercio, y me gusta pensar que me acerqué más a la crítica cinematográfica. 

La anécdota de cómo llegué a eso es interesante. Un día recibí una llamada del editor de cultura de El Comercio, pidiéndome un artículo sobre la muerte de Godard desde el punto de vista de un cineasta. Me advirtió desde el inicio que no había plata, pero como cada vez creo menos en el trabajo gratuito, le propuse una especie de trueque: escribiría el artículo sobre Godard (quien curiosamente fue crítico antes de ser cineasta) pero a cambio, él me dejaría publicar una crítica de cine cada dos sábados e intentaría conseguirme una suscripción de fin de semana. No sé si fue un buen negocio o una especie de chantaje.

Demás está decir que la suscripción nunca llegó. 

El periódico entró en una profunda crisis de la que ya nunca salió, y llegué a escribir unas cuantas críticas, sobre todo de estrenos ecuatorianos como El rezador de Tito Jara, El amor en tiempo de likes de Alejo Lalaleo, los documentales El día que me callé de Víctor Arregui y Quién mató a mi padre de Camila Larrea y Lourdes Endara (estrenados en los EDOC), Al oriente de José María Avilés y La piel pulpo de Ana Cristina Barragán.

La primera crítica, sobre la película de Tito Jara, fue polémica porque planteaba que el final de la película, bastante rocambolesco, echaba a perder la cuidadosa construcción dramática de la misma, aunque rescataba aspectos como la actuación de Andrés Crespo, a quien por primera vez vi haciendo un papel distinto a sí mismo. Curiosamente fue Andrés Crespo, en una discusión en redes, quien puso el grito en el cielo porque un realizador de cine se atrevía a escribir crítica de cine, y me preguntaba si esto no me producía “un conflicto moral”. 

Lo cual me dejó pensando.

¿Por qué un cineasta no podía hacer crítica de cine cuando en otro lugares había sido la norma que los cineastas se fogueen en la crítica antes de hacer cine.

¿Por qué tienen que ser papeles diferenciados y antagonistas? 

Conocida es también la figura del crítico como alguien que envidia al artista porque no puede crear, reproducida incluso en películas recientes como “Birdman” de Iñarritu. 

En definitiva, la pregunta crucial es ¿por qué la crítica de cine es tan incómoda en el Ecuador? 

Seguramente porque no estamos acostumbrados a ella.

Recuerdo la anécdota, que no sé si es real o inventada, de un conocido cineasta quiteño cuyo nombre prefiero omitir porque es amigo, que quiso “pegar” al periodista Juan Carlos Moya, cuando éste escribió mal sobre su primera película a inicios del siglo XXI. 

También recuerdo al periodista guayaquileño Eduardo Varas anunciando que iba a dejar de escribir sobre películas ecuatorianos ya que le traía problemas con los directores y productores, que además de ofendidos, le reclamaban que por su culpa la gente no iba a ver las películas.

Esto nos trae al tema de la escritura sobre cine como algo que debe promover el consumo de cine, motivo por el cual se han limitado cada vez más estos espacios en la prensa mundial, sobre todo en países como el nuestro donde las mega producciones de Hollywood acaparan la cartelera comercial, junto con alguna película nacional.

Esto también me hace pensar en mi propia experiencia como cineasta. Lo habitual cuando se realiza un estreno es enviar un enlace de la película a los periodistas. Y que estos no vean la película que uno les manda, y prefieran escribir sus notas a partir de una entrevista con el realizador, dejando muchas veces a la película “fuera de campo”.

Otro fenómeno interesante es que cuando sale una película ecuatoriana aparecen los “críticos de ocasión”, gente que normalmente no escribe sobre cine pero no puede aguantarse las ganas de despotricar contra la más reciente producción ecuatoriana, sobre todo en blogs y columnas editoriales.

Aunque se han escrito buenas críticas desde ese lado (que estoy recopilando para una antología), pienso que lo que más ha faltado en nuestro medio es gente que escriba sistemáticamente sobre cine en la prensa escrita.

En este sentido, creo que la experiencia más sistemática ha sido la del cura español radicado en Cuenca, Alfonso Martínez, quien entre 1973 y 1999 sostuvo una columna semanal de crítica de cine bajo el seudónimo de Kino Pravda en El Mercurio, comentando las películas que llegaban a la cartelera comercial (trabajo recogido en el libro Kino Pravda y la cartelera de la ciudad, publicado por el crítico de cine cuencano Galo Alfredo Torres).

Curiosamente, otro cura, el quiteño Andrés Cárdenas Matute, constituye uno de los más recientes intentos de hacer una crítica de cine sostenida y consistente con los principales estrenos internacionales y series, en su blog de microcrítica Persistencia retiniana, originalmente vinculado al diario El Comercio.

Por otro lado, todos los jueves, en la revista del diario Expreso, el estudioso de cine guayaquileño Jorge Suárez (que también tuvo un espacio de cine en la televisión), reseña una película de la cada vez más limitada cartelera comercial. En lo que bien podría ser el último espacio de crítica de cine en la prensa nacional.

Se podría decir que hoy por hoy, la crítica de cine ha encontrado su refugio en internet, como lo demuestra el libro de Libertad Gills La crítica es una escuela, que entrevista a los editores de importantes revistas digitales como La fuga de Chile, Desist Film de Perú o La vida útil de Argentina.

¿Otra pregunta pendiente es porqué en Ecuador tampoco han surgido portales especializados en crítica de cine, y rara vez se comente sobre cine en medios digitales como GK o Plan V.?

Quisiera terminar esta intervención recordando revistas impresas de corta duración dedicadas al cine, como las quiteñas Fanzine en los noventas y Zoom en los dos mil. También está Fotograma del manabita Fidel Intriago y la revista del Cine Ochoymedio, que durante años publicó la mejor crítica de cine del país. Hoy sobreviven la revista God-Art de Cuenca, con ediciones cada vez más espaciadas, y nuestra propia Fuera de campo de la UArtes, que privilegia la crítica de cine académica y pasó al formato digital.