Por Lisseth Valdiviezo

Escribo esto aún con el chuchaqui emocional de fin de año.

Ya estamos en los primeros días de enero del 2023 y lejos de sentirme motivada o con ánimos de que este sea el mejor año de mi vida, siento que apenas estoy asimilando toda la vorágine de sensaciones que viví en el último bimestre del año.

Comenzaré con las malas noticias para cerrar con algo nos deje un buen sabor de boca.

Lo admito: el 6to encuentro Alas de Luna fue un FRACASO TOTAL en términos económicos. Me pasó lo que nunca me había pasado en las 5 ediciones anteriores del encuentro: terminé poniendo plata de mi bolsillo pues los principales auspiciantes del encuentro se bajaron de la camioneta. Sucedió que casi al unísono, hubo cambio de directivos de varias de las instituciones públicas y privadas que patrocinan este proyecto anual y resulta que los nuevos directivos se negaron a apoyar. Hice de todo: mil oficios, mil llamadas, llantos, ansiedad, preocupación, estrés, rabia. Nada fue suficiente.

Tenía dos opciones: o suspender el encuentro y sentirme miserable por el resto de mi vida o salvar al proyecto poniendo de mi dinero y quedarme chira quien sabe hasta cuando. Opté por lo segundo. Cabe recalcar que el dinero no me sobra. Tuve que quitarme de mis otros gastos necesarios y hacer un préstamo al proyecto hasta buscar luego la manera de devolverme.

Esto del financiamiento es DETERMINANTE en un proceso de gestión cultural, de hecho, yo brindo talleres sobre gestión cultural y soy muy enfática en decir que los proyectos deben ser sostenibles sí o sí, caso contrario, organizar un evento cultural es un hobby demasiado caro. Sin embargo, la vida a veces nos da lecciones de humildad. Llevo 15 años dedicada al arte y gestión cultural y jamás había pasado algo así. Es verdad que muchas veces me ha pasado que al presentar una obra de teatro u organizar un evento artístico lleguen tres pelagatos y eso genera una pérdida económica  y por supuesto un bajón terrible. Sin embargo, está diametralmente opuesto a ser TÚ quien ponga de lo que no tiene para poder sostener a 12 artistas que vienen a participar de un encuentro que tú organizas y no en cualquier lugar sino en Galápagos, uno de los sitios más caros de Sudamérica , eso sí que no es de Dios.

Ya sé que mi queja suena a drama, pero en estas bitácoras me siento con la libertad de desahogarme y contar de la manera más transparente el lado b de ser artista y gestora cultural.

Diré que toda esa falencia financiera condicionó mi estado de ánimo en la ejecución del encuentro y aunque llegaron artistas bellísimas (de lo bueno hablaré más adelante) no pude disfrutar ni la mitad de cada uno de sus talleres o muestras artísticas porque me pasé los 12 días que duró el evento con ansiedad y preocupación de sostener y hacer alcanzar lo poco que tenía.

No es nada fácil ni barato organizar un festival, un encuentro, una bienal, solo quienes han hecho algo parecido me entenderán. Son muchos gastos que hay que cubrir, transporte interno, equipamiento técnico, alimentación, hospedaje, materiales, imprevistos y aparte todo el titánico trabajo de coordinar la agenda de actividades programadas. Es muchísimo trabajo no apto para todes.

Según yo, al ser la sexta edición del encuentro, todo iba a ser más sencillo. Es más, ingenuamente creí que las instituciones me vendrían a tocar la puerta para ofrecerme su apoyo al proyecto. ¡Qué va!. La vida me dijo: no mi ciela, para que veas que hacer gestión cultural en este país sigue siendo muy jodido. Qué gran lección de humildad, que bofetada de la vida para aprender a no confiarme y dar por hecho las cosas. Este trabajo sigue siendo de hormiga y si me duermo en los laureles, estoy perdida.

Para concluir con mi lastimera introducción diré que actualmente ya estoy aplicando el proyecto a un sinnúmero de instituciones públicas y privadas, además hace poquito sacamos la convocatoria para la séptima edición y en la aplicación se solicita a las postulantes un aporte simbólico para el proyecto lo cual está ayudando ahora a pagar ciertas deudas y generar sostenibilidad en cuanto a ciertos equipos técnicos que tenemos la necesidad de adquirir.

Así que el “plan recuperación Alas de Luna” está activado.

En cuanto a las cosas bellas que pasaron en el encuentro la lista es enorme. Objetivamente diría que lo positivo es más fuerte que lo negativo, solo que mi memoria recuerda con más énfasis aquello que emocionalmente me sacudió. Para ser un poco más justa y ya no darme tanto látigo, debo decir que el público que asistió a todas las actividades del encuentro quedó fascinado con todo, los talleres fueron magistrales, las presentaciones y eventos para la comunidad fueron extraordinarios, las 12 artistas participantes del encuentro fueron MARAVILLOSAS, así, con mayúscula. Vinieron de Mexico, Chile, Perú, Argentina, Italia y Ecuador.

Recibimos muy buenos comentarios e impresiones de la comunidad insular, este punto es lo que más me llena el alma.

El encuentro no solo cumplió con su objetivo meta sino que lo rebasó. Hicimos 25 talleres de diversas ramas del arte entre los que fueron internos dirigidos a artistas y los abiertos dirigidos a la comunidad. Hicimos cuatro presentaciones multidisciplinarias  al aire libre con gran acogida de la comunidad galapagueña, dos ferias donde participaron artesanas locales, pudimos levantar nuestra voz por el 25 N y reivindicar desde nuestras trincheras la importancia de un arte transformador, sostengo firmemente que Las Islas Galápagos necesitan con mayor fuerza estos espacios de arte, de cuestionamiento, de reflexión. El arte no debe estar centralizado en las grandes capitales, debe tomarse todos los rincones de cada país porque el arte transforma, sensibiliza, conmueve, genera pensamiento crítico.

En las islas estamos adormecidos con el turismo y los réditos que deja y nos olvidamos que existe gente que siente, que actúa, que coexiste con este lugar. No quiero quedarme cruzada de brazos e impávida ante tantas injusticias que suceden aquí, por eso sé que estos procesos tienen sentido. Por eso no tiro la toalla, por eso también genero estos espacios y no lo digo con afán de salvadora, lo digo como una ciudadana que tiene el privilegio de vivir en uno de los lugares más bellos del planeta y se siente en la obligación de devolver apenas algo de todo lo que esté mágico lugar me ha entregado.

Desde  la parte humana, hubo momentos de aprendizaje personal y grupal. Se formó una hermandad; el propósito de tejer redes reales entre las creadoras, se cumplió a cabalidad. Es necesario el encuentro y el diálogo entre creadoras que andamos en búsquedas similares, conocer sobre nuestros procesos artísticos, aprender las unas de las otras y cruzarnos información valiosa sobre espacios de difusión de nuestro trabajo. Nos necesitamos y por eso nos encontramos, esa necesidad es otro de los motivos de la existencia de Alas de Luna.

Como último punto quiero agradecer la ayuda comunitaria de ciertas empresas con responsabilidad social que apoyaron desinteresadamente el proyecto brindándonos una gran parte del hospedaje y alimentación para las artistas. Mi gratitud infinita también está con la red de colectivos “Tejido Violeta Isabela” Sin esa inmensisima ayuda no estuviera contando esta historia, viví la sororidad en su máxima expresión. Su ayuda fue invaluable.

Agradezco también infinitamente a Vale, Daniel y Anderson que forman parte de la asociación  cultural U.F.F.F de la cual yo también soy integrante. Fueron mis aliados principales para llevar a cabo este sueño y me sostuvieron emocionalmente todo el transcurso de esos días difíciles.

Ahora que las aguas están más calmas siento que todo lo experimentado fue un gran aprendizaje, una gran lección de vida.

Elijo quedarme en el papel de aprendiz y no de víctima, una vez que ya despotriqué, es hora de sacudirme las rodillas y como diría mi mamá: alzando el pelito y a seguir.

Tengo la impresión de que la séptima edición del encuentro de mujeres creadoras Alas de Luna Galápagos 2023 quedará más fortalecida y con sus alas parchadas estará volando más y más lejos.