Geovanna Goyes Marín
Eran las 4:30 de la tarde, habíamos estado 8 horas en esa fila, muchos con hambre y otros con el maquillaje corrido porque el sol y el calor no daban tregua. Miré a mi alrededor y había gente acostada en el suelo, nadie decía nada, era muy diferente a como cuando recién ingresamos a la fila. De repente, en medio de ese silencio incómodo pasó algo increíble, un pequeño sonido, aquel que se escucha cuando alguien toca con sus dedos el micrófono. Fue enigmático, la gente se levantó, era como si todos hubiésemos estado muertos hasta ese instante. Sentí la adrenalina correr por mi cuerpo y entonces lo escuché, reconocería esa voz donde fuera, la había escuchado durante cinco años en mi celular. No puedo explicarlo, fue extraño, se sentía como si lo hubiera escuchado siempre y al mismo tiempo lo hiciera por primera vez. No importaba que solo fuera una prueba de sonido, que ellos estuvieran adentro y nosotros afuera, la vitamina que se inyectó en todos en ese momento fue una locura.
El pasado 9 de abril se llevó a cabo en Lima, la capital de Perú, uno de los espectáculos más grandes de los últimos tiempos, el concierto de la banda sur-coreana Stray Kids como parte de su gira mundial Dominate World Tour. Decenas de miles de fans se reunieron en el estadio San Marcos para cumplir el sueño de conocer a su banda favorita. Y entre esas miles de personas me encuentro yo, que viajé desde Guayaquil para conocerlos, aunque sea de lejos.
Nunca había salido del país sola. La verdad, me sentía bastante abrumada porque fueron muchos meses de ahorrar, conseguir hospedaje y boletos de avión. Sin embargo, había algo que no me dejaba tranquila: no tenía amigas cercanas a las que les gustara Stray Kids, así que literalmente iba por mi cuenta. Este estrés duró varias semanas, hasta que, gracias a un grupo de WhatsApp, pude conocer a varias chicas que estaban en las mismas que yo. La verdad es que sin ellas no lo hubiera logrado. Alanis, mi compañera de viaje, fue la primera persona que conocí, y dio la gran casualidad de que ambas somos de Guayaquil, así que decidimos viajar juntas y hospedarnos en el mismo lugar. Lo mejor de todo es que varias chicas ecuatorianas nos quedamos en el mismo hotel, así que era como una especie de experiencia compartida.
Vi muchas chicas viajar con sus padres y me dio mucha ternura, porque he conocido amigas cuyos padres piensan que ser fan de estos grupos suele ser algo ridículo. Muy ridículo. En el avión me tocó sentarme con una señora que también iba al concierto por su hija, de hecho, iba toda la familia, aprovecharon para turistear y conocer Perú. Cuando aterrizamos en Lima ya eran las ocho de la noche del 8 de abril, y en ese momento me estaba lamentando por no haber viajado un día antes. Ya me sentía destruida y aún no había librado mi mayor batalla: ir al concierto.
Lamentablemente, Alanis y yo nos conocimos mucho después de comprar nuestras entradas, así que no estábamos en la misma locación, ella iba a oriente y yo a occidente, así que la mañana del 8 de abril nos separamos, lo que me hizo preocuparme un poco ya que, era mi única amiga en el mundo. Pero, mi soledad no duró mucho tiempo porque, al poco rato de llegar a Lima, entendí que estaba rodeada de personas que les gustaba el mismo grupo que yo así que interactuar fue bastante fácil.
Conocí a Soraya y Viviana en la furgoneta que nos iba a dejar en el estadio. Al igual que yo, Viviana viajaba sola, mientras que Soraya viajó con su hermana. Aquí recordé la clásica frase de que “el salado nunca descansa”, porque la furgoneta nos dejó bien lejos del estadio, y es aquí cuando comienza nuestro primer contratiempo: nos habían comunicado que habría una fila diferente para cada locación, por ejemplo, oriente ingresaba por un lugar, occidente por otro, y así. Por eso incluso nos dividimos en furgonetas, para que todas las de una misma locación vayamos por la misma ruta. Total que no fue así, y había una sola fila para todos.
Pasar por esa fila era como lidiar con todas las emociones de intensamente. Vi a un señor meterse con su auto y pelear con unas madres de familia, habían unas chicas que llevaron todo un equipo para peinar y maquillar a las demás, e incluso había un señor disfrazado de Elmo bailando God’s menu, sin contar a las señoras que estaban vendiendo lugares en la fila, era un caos. Solo había pasado media hora y yo ya me sentía el triple de sobrestimulada, muchas situaciones sucediendo al mismo tiempo, y por un largo tiempo me disocié, hasta que la fila comenzó a avanzar y nos hicieron ingresar.
Estar en esta fila del interior nos hizo pasar, nuevamente, por todas las emociones de Intensamente. Al inicio todo era euforia y felicidad, el intercambio con las otras fans fue muy gratificante, nos dimos las redes sociales e incluso nos hicimos algún regalito. Muchas de las chicas que conocí también venían de otros países como Colombia, Argentina y Venezuela. Yo me sentía fascinada, el hecho de compartir este espacio con personas que les gusta lo mismo que yo se me hizo maravilloso. Pero bueno no todo podía ser euforia y felicidad, con el sol quemando en su máximo punto y el hecho de que no dejaron salir a las personas para poder comprar comida o incluso agua, el humor cambió, la gente se volvió tosca e incluso grosera. Sucedía mucho que algunos querían ir al baño, que estaba en frente, y la única forma para llegar hasta allá era pasar por toda la fila. Así que varias personas, por el miedo a que se colen, optaban por no dejarte pasar.
Mientras observaba este panorama recordé la película de Disney Pixar, Red y pensé en mi mamá, porque al igual que la mamá de la protagonista me preguntaba si en verdad era tan importante ir a ese concierto. Pero con el maquillaje corrido, el dolor de cabeza y ver a la gente pelear por un centímetro de fila dudé un poco de esa respuesta. Lo primero que me di cuenta es que no soy tan fuerte como imaginaba. Varias personas se desmayaron en la espera y fueron llevadas a la cruz roja, una de ellas incluso se desmayó al frente mío, y yo con mi nulo o poco conocimiento de primeros auxilios, le ayudé como pude, y luego llegaron los médicos y se la llevaron.
Últimamente, he estado pensando en el romanticismo y sobre todo en los actos románticos, hay una belleza particular en entregarse al sentimiento que la razón no puede explicar. Cuando le contaba a mis conocidos que hice fila desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde me dijeron que estaba loca, pero al hablar con las chicas que conocí en el concierto, sentí que la comprensión de este acto un poco irracional nos unía a todas. El poeta John Keats decía que “La belleza es verdad, la verdad es bella”, refiriéndose que la belleza no es solo cuestión de gustos o apariencia, sino también en una comprensión más profunda de la realidad. ¿Y qué podía ser más real que esa fila, que ese sol, que esa espera interminable?
¿Y no es verdad, además, que viajar desde distancias imposibles para estar con miles de personas gritando y llorando por ver a alguien que nos hace sentir más vivos, es profundamente bello? ¿No es en ese momento, con el corazón saliendo del pecho y las piernas temblando, mientras vemos y escuchamos esa presencia que antes solo era digital, una manera de alcanzar lo que Keats llamaba “lo sublime”?
Yo soy una persona que le encanta hablar, muy pocas veces es posible que algo me dejé sin aliento o sin palabras, pero ese miércoles 9 de abril del 2025 a las 7:45 de la noche cuando la intro de Stray Kids comenzó a sonar y salieron los bailarines uno tras otro, de alguna manera dejé de existir: el cansancio, el hambre, los problemas, la tristeza, quedaron atrás como si nunca hubieran existido. Lo único real era el escenario y esas voces que conocía de memoria, pero por primera vez no venían de una pantalla, sino del mundo real.
Estaban ahí, frente a mí, vestidos de blanco como unos ángeles. Bangchan, Lee Know, Changbin, Hyunjin, Han, Felix, Seungmin y I.N a pocos metros. Yo no lo podía creer, es más, aún no lo puedo dimensionar, no encuentro las palabras correctas para poder describirlo. Vi mucha gente abrazándose sin conocerse y cantando a gritos. Yo misma me abrazaba fuertemente con Viviana mientras coreábamos Back Door.
El concierto fue una montaña rusa de emociones, hubieron un par de problemas, como personas desmayadas o una pequeña estampida cuando la banda cantó no otra canción que Domino. Ese momento fue fatal, porque no había orden, pararon el concierto y los chicos se asustaron de verdad. La para duró unos 20 o 30 minutos, hasta que se controló la situación y los chicos volvieron al escenario.
Escuchar Cinema en vivo me curó la depresión, lo digo en serio. La voz de Lee Know con la de Seungmin se sintió como un abrazo en el alma. No me dí cuenta en qué momento, pero ya no veía en HD, reí mientras me rodaban las lágrimas por el rostro y de repente me volteé y vi que no era la única, Viviana, Soraya y todas las demás chicas estaban igual. Estar ahí no era simple fanatismo por una banda, estaba ahí para formar un lenguaje emocional que todas hablábamos sin necesidad de decir una sola palabra.
Ahora que ha pasado todo y he vivido algunas semanas con depresión post-concierto, me doy cuenta que esta experiencia fue mucho más que solo ir a conocer a Stray Kids. Ahora sé que puedo aguantar 10 horas bajo el sol con poca comida y agua, también aprendí a organizarme para viajar sola y conocí mucha gente maravillosa. Cuando estaba en la fila muriendo de calor, en varias ocasiones me repetí a mí misma “estás loca”, pero hay algo profundamente romántico en el sacrificio y esto solo se revela cuando hoy miro atrás y pienso: valió la pena; porque, volviendo a la frase de Keats, sobre que la belleza es verdad, creo que esa noche entre luces y gritos, viví una de las verdades más hermosas que he sentido en mi vida.
Angeline
17 de julio de 2025 — 21:51
Es lo más increíble, felicidades ✨
Lia Alvarez
17 de julio de 2025 — 21:59
Me encanto tu escrito! Yo tambien viaje solo para ir a verlos y me identifico con ciertas partes, viajar para conocerlos luego de verlos en pantalla por 6 años fue algo de otro mundo y una experiencia que quedara grabada en mi corazon por siempre.
Alanis
17 de julio de 2025 — 22:17
Lo ame, me encantó todo. Eres una gran escritora🫶🏻
Melissa Marin
18 de julio de 2025 — 08:12
Que experiencia tan emocionante, gracias por compartirla con nosotros.