Paulina Soto-Aymar

Tántalo fue castigado por los dioses a sufrir de devoradora sed y hambre en una fuente de agua de la que no podía beber y junto a un jardín de frutales de los que no podía comer. Cierto, era su castigo por una vanidad que no conoció límites y que le hizo ofrecer a su propio hijo en un macabro banquete para humillar a sus creadores.

Esta es una cercana analogía a lo que ha pasado en Loja con respecto al Festival de Artes Vivas. Aunque ha sufrido una metamorfosis diversa en cada una de sus ediciones, hay un aspecto que se ha mantenido estable desde su concepción: el hecho de que, si bien está geográficamente ubicada en Loja, los lojanos apenas podemos alimentarnos de toda la cornucopia escénica que surge, más o menos feraz, del desarrollo del Festival.

¿Debía establecerse el Festival de Artes Vivas en Loja? ¿Por qué amparar al arlequín cambiante en la Centinela del Sur? Muchas razones: esta ciudad, antes del festival, ya era una rareza icónica por ser la cuna de grandes artistas, principalmente músicos y escritores, dedicados a lo que normalmente hacen los artistas, resaltar por su individualismo, envidiarse y criticarse. Nada tan grave como inmolar a nuestros hijos; apenas el pecado común de desconocer al profeta en nuestra propia tierra.

Hay además otras razones: Loja es una ciudad que se puede recorrer a pie; limpia, segura, amable (Park, 2013). Y sí, se debe descentralizar la cultura “para generar un gran impacto cultural en la vida del Ecuador” (Cholakian, 2016). La decisión para escoger a este tambo escondido entre montañas, bosques y ríos es acertada y contundente. Sospecho, sin embargo, que la razón principal no fue logística, fue política. En las elecciones seccionales de 2014 el movimiento Alianza País tuvo apenas un 12% del electorado (Neyra, 2019). Resulta posible que la construcción del Teatro Nacional Benjamín Carrión Mora, una verdadera joya arquitectónica, y el establecimiento del Festival fue quizá la estrategia de Rafael Correa para subir la aceptación de esta esquiva urbe.

Un reconocimiento que se da por las razones equivocadas, sigue siendo reconocimiento. Sin embargo, esta conformación de tinte político marcó desde el principio una realidad que se arrastra desde la primera edición: aunque la sede es Loja, los lojanos a duras penas hemos podido participar. Esta se ha convertido en una queja común durante cada edición del festival, tanto para artistas como para espectadores. Tal parece que las palabras de Raúl Vallejo, exministro de Cultura, se convirtieron en una sentencia: la idea es que Loja se transforme en un escenario (Cholakian, 2016); y así fue.

Durante la primera edición, resultaba imposible conseguir una entrada para los espectáculos, tanto por sus altos precios como por el hecho de que todo se manejaba de manera virtual desde Quito, y muchas entradas se habían agotado incluso antes de que se iniciara el festival. Fuimos escenario, pero casi no vimos nada. Como premio consuelo tuvimos que conformarnos con los espectáculos Off, propuesta paralela organizada por el Municipio de Loja, y con artistas callejeros que llegaron atraídos por la oportunidad de mostrar su talento. De esta expresión espontánea que se arrojó a la calle recuerdo haber visto tanto un ensamble coral académico nacional como un espectáculo de cuerda floja de artistas extranjeros, bailes originarios de pueblos locales y comediantes clown. El ambiente contagió también a los locales, que de una forma natural se volcaron al área peatonal para cantar, declamar poesía, pintar, vender artesanías, vestir disfraces. Incluso los niños se apropiaron de las calles para expresarse con carbones y tizas sobre el asfalto. Esta última actividad, no planeada, se convirtió en infaltable en las posteriores ediciones y ha ido escalando en temática y habilidad.

Si conseguir entradas para los espectáculos In resultaba difícil, participar como colectivo artístico resultaba casi imposible. Es verdad que Loja, si bien es un referente literario y musical, no lo ha sido tanto en cuanto a artes escénicas. Por eso, desde su concepción, era muy importante el favorecer al artista local para que la descentralización no se quedase únicamente en la geografía. Pero, al igual que Tántalo, nos vemos rodeados de la fuente y el fruto del arte escénico, sin llegar a alcanzarlo. Sí existen y existían en Loja grupos de actuación, performance y danza que podrían haber sido potencializados en su esfuerzo: La Compañía de Teatro de la UTPL, Máscara de Carne, Escaleta, Seres Extraños, Loja Danza, Compañía Lojana de teatro “La Comedia”, entre otros (Andrade, 2018). Es lamentable que hayan sido mirados por encima del hombro y borrados con el antebrazo.

Inspirados por el magnífico festival que nos hacen oler, pero no probar, grupos municipales, clubes universitarios, academias privadas, la Casa de la Cultura, artistas independientes, desde la primera edición, han hecho esfuerzos titánicos para desarrollarse en forma técnica y artística. Algunos, al no recibir respuesta se han embarcado en festivales alternos que varían desde artes plásticas, literatura, música y esfuerzos propios para ejecutar sus propias obras. Hoy por hoy, tenemos incluso una incipiente carrera de artes escénicas en la Universidad Técnica Particular de Loja donde se cuecen varios talentos juveniles, y todos estos esfuerzos dan resultados: sí se presentan obras en los teatros de Loja que surgen a lo largo del año corrido y se cimentan especialmente en el festival “Loja sobre Tablas” (Ordóñez, 2013), pero no se incluyen en el cronograma del festival, ¿por qué siguen siendo excluidas?

¿Fue ese el plan desde el principio? ¿Por eso las modalidades In y Off? ¿Elitismo desde su concepción? El festival ha pasado por distintas sacudidas, denuncias por corrupción, irregularidades lamentables en los pagos de la construcción del emblemático teatro nacional Benjamín Carrión (Roa, 2020), anomalías en el presupuesto; desde sus casi dos millones iniciales, luego cinco en su segunda y tercera fase (La Hora, 29 de julio de 2019), para darse luego una caída en picada hasta los escasos 197 mil dólares para el 2021 (La Hora, 23 de agosto de 2021).

Y luego, la pandemia. Fue una verdadera suerte que el 14 de enero del 2019 se institucionalizara el festival en el registro oficial “como espacio de encuentro y fomento de las expresiones culturales e identidad del Ecuador” (Paladines, 2019). Al año siguiente, mientras todos estábamos bajo llave, el festival apenas levantó cabeza: se realizó de forma virtual.

Fue también afortunado el hecho de que en la última edición 2021, se hayan amainado las restricciones. Y si la pandemia nos hizo iguales en la enfermedad y la muerte, también nos hizo iguales en la vida: las entradas, esta vez, fueron gratuitas. A través de un proceso sencillo en la plataforma virtual se pudo tener acceso franco a todas las obras, limitado únicamente por la disponibilidad de tiempo del usuario. Al fin el espectador lojano pudo acceder a las obras y hacerlas suyas. ¿Será que al fin los dioses nos perdonan?

Las calles se volvieron a adornar con elementos gigantescos, se volvió a peatonizar el centro, volvieron los artistas callejeros, el comercio de emprendimiento, los bailes populares amenizados por artistas reconocidos –las fiestas de independencia son parte del cronograma–. Esta vez, la elaboración de hermosos murales fueron los protagonistas de esta edición. Fue un respiro antes del ómicron. Volvieron también los escándalos por el uso dudoso de los fondos, supuestamente, por parte de la municipalidad.

Hablemos del punto principal de la última edición: las obras. Aquí debo realizar una hipótesis arriesgada: la pandemia afectó a la concepción de los guiones y desempeño artístico. O es eso o el recorte del presupuesto se empieza a sentir en el escenario. Mientras que en las primeras ediciones veíamos obras con un número nutrido de participantes, esta vez, muchas constituían no más que un pas de deux. Muchas tenían cierto aire doméstico, la ejecución no siempre se veía profesional, y quizá un exceso de narrativa subjetiva que se compensaba indebidamente con el desnudo. No todas, por supuesto. Al menos la mitad de ellas estuvieron muy bien construidas. Es justo puntualizar que esta edición sí fue un poco más abierta para los artistas lojanos, aunque la aplicación virtual para estas obras era más trabajosa y confusa. ¿Al fin podremos beber de la fuente de la dramaturgia?

Ya sea por la pandemia o por la falta de presupuesto, el uso de medios digitales va en escalada. ¿Podría seguirse llamando artes vivas si las obras se ven a través de una pantalla? Es verdad que la virtualidad puede llegar a lugares muy lejanos a través del internet, pero rompe con la concepción inicial del festival. No ha servido ni siquiera como registro; la programación, las obras, las críticas, la historia de las ediciones anteriores, han desaparecido sin dejar rastro como si nunca hubiesen existido.

En conclusión, el joven festival, concebido originalmente como una cornucopia cultural, no logra todavía satisfacer totalmente el deseo del espectador, la realización del dramaturgo o la efectiva administración de sus dirigentes. Circunstancias aparte, pues nadie hubiese podido predecir que nos iba a asolar una tragedia de dimensiones universales como la pandemia, todavía hace falta una administración más incluyente, transparente y justa. Una política que verdaderamente descentralice la cultura y apoye a los lojanos para el ansiado desarrollo en artes escénicas que tanto necesita. El hambre y la sed de cultura todavía no se sacian.

 

Bibliografía

Andrade, E. (2018). La antología del Teatro en LojaJournal of Science and Research: Revista Ciencia e Investigación, 3(11), 64-75.  https://doi.org/10.26910/issn.2528-8083vol3iss11.2018pp64-75p.

Cholakian, D. (2016) Ecuador: Primer Festival Internacional de Artes Vivas Loja 2016. Nodal Cultura. https://www.nodalcultura.am/2016/11/ecuador-primer-festival-internacional-de-artes-vivas-loja-2016/

Gonzaga, T. (2014) Breve historia el teatro en la ciudad de Loja. Tesis de grado. Universidad Nacional de Loja.

La Hora. (29 de julio de 2019). La reducción del presupuesto del Festival Internacional de Artes Vivas de Loja supondría su cierre o que se vuelva itinerante.  https://lahora.com.ec/noticia/1102261395/la-reduccion-del-presupuesto-del-festival-internacional-de-artes-vivas-de-loja-supondria-su-cierre-o-que-se-vuelva-itinerante

La Hora. (6 de agosto de 2019) Más sectores lojanos reaccionan ante la reducción del presupuesto del Fiavl. https://lahora.com.ec/noticia/1102263399/mas-sectores-lojanos-reaccionan-ante-la-reduccion-del-presupuesto-del-fiavl

La Hora. (23 de agosto de 2021). Gestores culturales un año más fuera del Festival de Artes Vivas. https://www.lahora.com.ec/loja/gestores-culturales-un-ano-mas-fuera-del-fiavl/

Neyra, Y. A. (2019). Las relaciones entre niveles de gobierno en la implementación de la política pública de promoción de cultura: El caso del I Festival Internacional de Artes Vivas Loja 2016. Trabajo de titulación. Instituto de Altos Estudios Nacionales Universidad de Posgrado del Estado. http://repositorio.iaen.edu.ec/handle/24000/4895

Ordóñez, G. (2013) Talento lojano en el I Festival de Artes Escénicas “Loja sobre Tablas 2013”. Entre Tablas y Tarimas. https://ginadanielarelatos.wordpress.com/2013/09/16/talento-lojano-en-el-i-festival-de-artes-escenicas-loja-sobre-tablas-2013/amp/

Paladines, F. (3 de febrero de 2019) El FIAVL se queda en casa. La Hora. https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cultura/10/robertosanchez-fiavl-tercera-edicion-loja